sábado, 23 de diciembre de 2017

Meditaciones para la octava de navidad San Alfonso María de Ligorio 3 - Jesús en fajas

Meditación Jesús en fajas 
para rezarla el 27 de diciembre.
MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para la octava de Natividad hasta la Epifanía.

Meditación III

De Jesús en fajas


Figuraos de ver a María, que habiendo ya dado a Luz al Hijo, lo toma con reverencia entre sus brazos, y primeramente le adora como a su Dios; después le reprieta entre fajas: Le envolvió en pañales, dice Lucas; y esto mismo canta la Iglesia cuando dice: Ata la Virgen Madre los miembros envueltos en pañales.
He aquí Jesús niño, que obediente ofrece sus manecitas, ofrece los pies y se deja fajar. Pondera como cada vez que el santo Infante permitía fajarse, pensaba en las cuerdas con que debía un día ser preso en el huerto, y las que debían atarle a la columna, y en los clavos que habían de fijarle en la cruz.
Pensando de esta manera se ofrecía con la mayor voluntad a ser fajado, a fin de soltar nuestras almas de las cadenas del infierno. Constreñido Jesús por aquellas fajas, dirigido a nosotros nos invita a estrecharnos con él en los dulces lazos de amor; y vuelto al eterno Padre, le dice:
Padre mío, los hombres han abusado de su libertad, y rebelándose contra Vos, se han hecho esclavos del pecado; yo para pagar su desobediencia quiero ser sujetado y estrechado por estas fajas. Desde estas ligaduras, os ofrezco mi libertad a fin de que sea libertado el hombre de la esclavitud del demonio.
Acepto estas fajas; ellas me son amadas, porque son semejanza de los cordeles con los que desde ahora me ofrezco a ser un día atado y conducido a la muerte por la salvación de los hombres. Sí, las ligaduras de Jesús fueron las fajas saludables para curar las llagas de nuestra alma: Como vestidura de gloria te la vestirás, te la ceñirás cual corona de júbilo - Vincula illius, alligatura salutaris. Eccli VI, 31.
Pues qué, ¡Oh mi Jesús! ¿Vos habéis querido ser estrechado entre las fajas por mi amor? ¡Oh caridad! ¡Tú solo has podido hacer prisionero a mi Dios! Y yo, Señor, ¿rehusaré dejarme ligar de vuestro santo amor? ¿Tendré en los sucesivo valor de desatarme de vuestras amables y dulces cadenas?¿Para qué? ¿Para hacerme esclavo del infierno? Señor, Vos estáis fajado en ese pesebre por mi amor; yo quiero estar para siempre ligado a Vos.
Decía Santa María Magdalena de Pazzis, que la faja que nosotros debemos tomar, es una firme resolución de estrecharnos con Dios por medio del amor, desasiéndonos al mismo tiempo del afecto a todo aquello que no es Dios.
A éste fin todavía parece que nuestro amante Jesús había querido dejarse, por decirlo así, ser atado y prisionero en el Santísimo Sacramento del altar bajo las especies en que se oculta, a fin de ver sus amadas almas hechas prisioneras de su Amor.


Afectos y súplicas.
Y ¿qué temor puedo yo jamás tener de vuestros castigos, o amado Niño, cuando os veo sujeto entre las fajas privándoos, por decirlo así, de poder levantar la mano para castigarme?
Vos en tal estado me dais a entender que no queréis afligirme, si yo quiero soltarme de las cadenas de mis vicios y unirme con Vos.
Si, Jesús mío, quiero desatarme. Yo me arrepiento con toda el alma de haberme separado de Vos, sirviéndome malamente de aquella libertar que me habéis dado.
Vos me ofrecisteis otra libertad más bella, libertad que suelta de las cadenas del demonio, y me coloca entre los hijos de Dios. Vos os habéis hecho aprisionar de estas fajas por amor mío; yo quiero ser también prisionero de vuestro grande amor.
¡Oh dichosas cadenas, oh hermosas insignias de salvación, que atáis las almas con Dios! Ea, pues, estrechadle tanto, que no pueda en lo sucesivo separarse más del amor de este sumo bien, Jesús mío, yo os amo, a Vos me uno, a Vos doy todo mi corazón, toda mi voluntad.
No, que no quiero dejaros ya, amado Señor mío. ¡Oh mi Salvador! Que por pagar mis deudas quisisteis no solo ser apretado entre las fajas de María, sí que permitisteis ser atado por los verdugos cual reo, y así alado andar por las calles de Jerusalén, para ser llevado a la muerte cual corderillo inocente que va al matadero; Vos, que quisisteis ser enclavado en la cruz, y no la dejasteis sino después de haber dejado en ella la vida. ¡Ah! No permitáis que yo haya de verme otra vez privado de vuestra gracia y de vuestro amor.
¡Oh María que sujetasteis un día entre las fajas a este Hijo inocente, sujedtame a mi también pecador. Atadme a Jesús, a fin de que no me aparte jamás de sus pies: a él viva siempre unido, y unido muera, para que tenga después la dicha de entrar en aquella patria bienaventurada, donde nunca podré, ni tendré temor de separarme de su santo amor.


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