jueves, 14 de diciembre de 2017

Domingo III de adviento (ciclo b) - Catena Aurea



Juan 1, 6-8.19-28
Fue un hombre enviado de Dios, que tenía por nombre Juan. Este vino en testimonio, para dar testimonio de la luz, para que creyesen todos por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y Levitas a preguntarle: "¿Tú quién eres?" Y confesó y no negó: y confesó: "Que yo no soy Cristo". Y le preguntaron: "¿Pues qué cosa? ¿Eres tú Elías?" Y dijo: "No soy". "¿Eres tú el Profeta?" Y respondió: "No". Y le dijeron: "¿Pues quién eres, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?" El dijo: "Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta".
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron y le dijeron: "¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?" Juan les respondió, y dijo: "Yo bautizo en agua; mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis. Este es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato". Esto aconteció en Betania, de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando.

 
San Agustín, in Ioannem, tract. 2, sparsim
Todo lo que se ha dicho hasta ahora, se refiere a la divinidad de Jesucristo, quien vino a nosotros bajo la forma humana. Y como era hombre en quien Dios se encontraba oculto, fue enviado antes de El un hombre grande, por cuyo testimonio se supiese que era más que hombre. ¿Y quién es éste? "Fue un hombre".

Teofilacto
No un ángel, para que nadie sospechase. 

San Agustín, ut sup
¿Y cómo podía este hombre decir la verdad de Dios? "Fue enviado por Dios". 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 5
No creas que hay algo humano en aquello que es dicho por él, porque no dice lo que es de él, sino lo que es de parte del que lo envía. Por esto es llamado ángel por el profeta, cuando dice: "Yo envío a mi ángel" ( Mal 3,1). Es propiedad del ángel no decir cosa alguna de sí mismo. Cuando dice: "Fue enviado", no se refiere a su ser, sino al ministerio que traía. Y así como Isaías fue enviado desde el mundo, y fue hacia el pueblo luego que vio al Señor sentado sobre un solio elevado y excelso, así San Juan fue enviado desde el desierto para bautizar. Por esto dice: "El que me envió a bautizar me dijo: Sobre aquél que veas, etc.". 


San Agustín, ut sup
¿Quién era el llamado? "El que tenía por nombre Juan". 

Alcuino
Esto es: gracia de Dios, o en quien habita la gracia, y que dio a conocer al mundo, el primero y con su propio testimonio, la gracia del Nuevo Testamento, esto es, a Jesucristo. Juan quiere decir: "ha sido dado", porque le fue donado por la gracia de Dios no sólo ser precursor sino también bautizar al Rey de los reyes. 

San Agustín, in Ioannem, tract. 2
¿Para qué vino? Vino en testimonio, para dar testimonio de la luz.

Orígenes, in Ioannem, tom. 5
Algunos se esfuerzan en desaprobar los testimonios de los profetas, respecto de Jesucristo, diciendo que el Hijo de Dios no necesita de testimonios, porque tiene en sí suficientes motivos para hacer creer, tanto por sus saludables palabras como por sus milagros. Y el mismo Moisés mereció ser creído por su palabra y sus milagros, no necesitando de otros testimonios. Responderemos a esto que, existiendo muchas causas para creer, los que no se mueven por una demostración, se admiran por otra. Y puede Dios dar muchas pruebas también a los hombres, para que crean en El, que se ha hecho hombre por todos los hombres. Consta, además, que algunos se han visto obligados a admirar a Jesucristo por los testimonios de los profetas, asombrándose de que fueran tantos los que anunciaron con su voz, antes de su venida, el lugar de su nacimiento y otras cosas por el estilo. También debe advertirse, que las prodigiosas virtudes de Jesucristo podían impulsar a creer a los que vivían en su tiempo, pero no del mismo modo hubiesen podido ser atraídos a la misma fe si hubieran vivido después de mucho tiempo. Porque entonces hubiesen podido considerar como fábula lo que acerca de ello se les refiriese. Porque cuando los milagros han pasado, alienta más la fe su consonancia con las profecías. También es preciso decir que algunos han sido honrados por este testimonio dado a Dios. Quiere, pues, privar al coro de los profetas de una gran gloria el que dice que no convenía que ellos diesen testimonio de Jesucristo. Y a éstos debe agregarse San Juan, que da testimonio de la luz.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 5
No porque necesitase testimonio de la luz, sino para dar razón de su venida, nos enseña Juan diciendo: "Para que creyesen todos por él". Así como se hizo carne para que no se perdiesen todos los hombres, así envió delante un mensajero para que oyendo una voz que conociesen, acudiesen con mayor facilidad.

Beda
Pero no dice: para que todos creyesen en él -porque es maldito aquel hombre que confía en el hombre ( Jer 17,5)-, sino "para que todos creyesen por él", esto es para que creyesen en la luz por testimonio suyo. 

Teofilacto
Y así, si algunos no creyesen, él quedaría suficientemente excusado. Porque así como cuando alguno entra en una casa tenebrosa y no recibe los rayos del sol no debe culpar de ello al mismo sol, así San Juan fue enviado para que creyesen todos; pero si esto no sucede, no es él quien será la causa de ello. 

Crisóstomo, ut sup
Como entre nosotros es mayor el que da testimonio que aquél de quien lo da, y más digno de ser creído, para que nadie sospechase esto de San Juan, dice: "No era él la luz, sino que dio testimonio de la luz".
Pero si no repitió con intención las palabras "para dar testimonio de la luz", sería inútil lo que dice, y más bien repetición de la palabra que explicación de doctrina. 

Teofilacto
Pero se dirá: luego no podemos decir que San Juan, ni ninguno de los santos, es o ha sido luz. Y si queremos decir que alguno de los santos fue luz, digámoslo sin artículo 1 para que si nos preguntan si San Juan es luz, lo concedamos seguramente, sin artículo. Porque si se nos pide con artículo, debemos negarlo, en atención a que San Juan no es la luz principal, sino que se llama luz porque es en virtud de la participación con la verdadera luz que tiene luz. 

Orígenes, ut sup
Según se lee, este testimonio lo dio San Juan Bautista refiriéndose a Jesucristo, empezando por aquellas palabras: "Este es el que yo dije: el que ha de venir en pos de mí". Y concluye con aquélla: "El mismo lo ha declarado". 

Teofilacto
Después de haber dicho el Evangelista que San Juan hablaba de Jesucristo, diciendo: "Ha sido engendrado antes de mí", ahora añade que San Juan en este testimonio volvía a referirse a Jesucristo, diciendo: "Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y Levitas".

Orígenes, ut sup
Los judíos, en verdad, como parientes del Bautista por pertenecer a la familia sacerdotal, destinan sacerdotes y levitas para que vengan desde Jerusalén a preguntarle quién era San Juan. Esto es, enviaron a aquéllos que se consideraban como diferentes de los demás, por la elección, y desde un lugar escogido de Jerusalén. Buscan, por lo tanto, a Juan, con tanto respeto, cuanto no leemos que en alguna época dispensasen los judíos al Salvador. Pero lo que los judíos hacían respecto de San Juan, éste lo hacía respecto de Jesucristo, preguntándole por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?" ( Lc 7,19).

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Creyeron a San Juan tan digno de ser creído que admitieron su contestación como verdadera, a pesar de ser él mismo quien daba testimonio de sí. Por esto se dice: "A preguntarle, ¿tú quién eres?"

San Agustín, in Ioannem, tract.14
No hubieran enviado esta comisión si no se hubiesen extrañado de su ilimitado poder, en virtud del cual se atrevía a bautizar. 

Orígenes
Pero San Juan (según parece) observaba cierta indeterminación en la pregunta de los sacerdotes y de los levitas, porque sin duda creían que sería el mismo Cristo cuando bautizaba, aunque se abstenían de decirlo con claridad para no ser tenidos por temerarios. Por eso, para destruir la opinión errada que habían concebido desde el principio respecto de él, y así después brillase mejor la verdad, les dice ante todo que él no es el Cristo. Por esto sigue: "Y confesó y no negó: y confesó, que yo no soy el Cristo". Añadamos también a esto que ya en el tiempo de la venida de Jesucristo se alegraba el pueblo como si ya le tuviese delante, manifestando los doctores de la ley que según las Sagradas Escrituras era llegado el tiempo en que debía aparecer el Salvador. Por esta razón, Teodas había reunido muchos discípulos manifestándose como si fuera el Salvador. Y después de él Judas Galileo hizo lo propio en tiempo de los hechos de los apóstoles ( Hch 5,36-37). Esperándose, pues, con tal vehemencia la venida del Salvador, los judíos mandaron a preguntar a San Juan: "¿Tú quién eres?", queriendo saber si él se anunciaba como el verdadero Cristo. Y no porque él dijo "Yo no soy el Cristo", lo negó respecto de Jesús, sino que declaró la verdad en estas mismas palabras. 

San Gregorio, in Evang. hom 7
Negó claramente lo que no era, pero no negó lo que era. Porque así, diciendo la verdad, se hacía miembro suyo, no usurpando engañosamente ni apropiándose su nombre.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15, sparsim
Experimentaron los judíos cierta pasión humana respecto de San Juan. Creían indigno que él se sometiese a Jesucristo, porque las muchas cosas que hacía San Juan demostraban su excelencia y, en realidad, que descendía de familia ilustre (puesto que era hijo del príncipe de los sacerdotes). Y porque demostraban, después, su educación sólida y su desprecio de las cosas humanas. Mas en Jesucristo se veía lo contrario; era de un aspecto humilde, lo cual menospreciaban los judíos diciendo: "¿Pues no es éste el hijo del carpintero?" ( Mt 13,55). Su ordinario sustento era el de los demás, y su vestido no se distinguía del de muchos. Y como San Juan mandaba continuamente a ver a Jesucristo, y por otro lado querían más bien tener por maestro a San Juan, le enviaron aquella legación, creyendo que por medio de halagos le obligarían a confesar que él era el Cristo. Y por esto no envían a personas despreciables (a la manera que a Cristo le enviaban a los ministros y los herodianos) sino sacerdotes y levitas. Y no cualquiera de estos, sino a aquellos que estaban en Jerusalén, que eran los más distinguidos. Y los envían para que pregunten: "¿Tú quién eres?". No porque lo ignorasen, sino porque querían llevarlo a contestar como queda dicho. Por esto San Juan les respondió según él creía, y no según la mente de los que preguntaban: "Y confesó y no negó. Y confesó, que yo no soy el Cristo". Y véase aquí la sabiduría del Evangelista. Dice por tercera vez casi lo mismo, indicando la virtud del Bautista, y descubriendo la malicia y la locura de los judíos. Es propio de un siervo respetuoso no sólo no quitar la gloria a su amo, sino rechazarla cuando otros se la ofrecen. Las muchedumbres, en realidad, habían creído por ignorancia que San Juan era el Cristo. Y éstos, como iban de mala fe, le preguntaban impulsados por la misma, creyendo que podrían atraerlo por medio de halagos a lo que se proponían. Si no hubiesen pensado así, hubieran dicho a Juan cuando les responde "yo no soy el Cristo": no hemos pensado en esto, ni hemos venido a preguntártelo. Mas habiéndose visto descubiertos, pasan a otra cosa. Y por esto prosigue: "Y le preguntaron: ¿pues qué cosa? ¿eres tú Elías?

San Agustín, ut sup
Sabían, pues, que Elías vendría antes que Cristo. El nombre de Cristo no era desconocido para ninguno de los hebreos, pero no creían que él fuese el Cristo. Y, sin embargo, creyeron absolutamente que el Cristo había de venir. Y al mismo tiempo que esperaban que vendría en el futuro, ya le ofendieron en el presente.

Prosigue: Y contestó: "No soy". 

San Gregorio, in evang. hom 7
De estas palabras se suscita cierta cuestión harto compleja. Porque en otro lugar, preguntado el Señor por sus discípulos acerca de la venida de Elías, les respondió: "Si queréis saberlo, el mismo Juan es Elías" ( Mt 11,14). Mas preguntado San Juan, contesta: "Yo no soy Elías". ¿Cómo es el profeta de la verdad, si no está conforme con la explicación de la misma Verdad?

Orígenes
Dirá alguno que San Juan ignoraba si él era Elías, y sin duda usarán de esta razón los que asienten a la opinión trillada y el testimonio de la transmigración 2, como si las almas se revistiesen de nuevos cuerpos. Mas preguntan los judíos, por medio de los levitas y los sacerdotes, si era Elías, dando fe a la creencia tradicional en ellos y no extraña a la doctrina cabalística de sus padres, de que las almas pueden de nuevo informar otros cuerpos. Y por esto dice San Juan: "yo no soy Elías", porque en realidad desconocía su vida primitiva. ¿Pero es lógico suponer que siendo iluminado por el Espíritu como profeta, y habiendo referido tantas cosas de Dios y de su Unigénito, ignorara de sí mismo si alguna vez su alma había estado en Elías? 

San Gregorio, in Evang. hom. 6
Mas si se busca la verdad diligentemente, se encontrará que lo que parece contrario entre sí no lo es. El ángel había dicho a Zacarías respecto a San Juan: "El marchará delante del Cristo con el espíritu y la virtud de Elías" ( Lc1,17). Porque así como Elías precederá a la segunda venida del Señor, así San Juan le precede en la primera. Y así como aquél vendrá como precursor del juez, así éste viene como precursor del Salvador. San Juan, por lo tanto, era Elías en espíritu, aun cuando no estaba en la persona de Elías. Y lo que afirma el Señor del espíritu, San Juan lo niega respecto de la persona, siendo muy justo que el Salvador, al dirigirse a sus discípulos para hablarles de San Juan, adoptase el sentido espiritual y que San Juan, que respondía a las muchedumbres carnales, hablase no del espíritu, sino del cuerpo.

Orígenes, ut sup
Responde, pues, a los levitas y a los sacerdotes: "No soy", conociendo el fin que se proponen en esta pregunta. Pues la referida pregunta no tendía a averiguar si ambos estaban animados de un mismo espíritu, sino si Juan era el mismo Elías, que fue arrebatado y que ahora aparecía sin nuevo nacimiento, como los judíos esperaban. Mas alguno dirá, creyendo en la transmigración de los cuerpos, que es contrario a la razón admitir que el hijo de Zacarías, nacido en la ancianidad de tan gran sacerdote, contra lo que se podía esperar humanamente hablando, fuese desconocido por los sacerdotes y los levitas, ignorando su nacimiento, y más cuando, especialmente San Lucas, dijo que se había suscitado un temor grande entre los que habitaban en las cercanías ( Lc 1,65). Pero acaso les parece que deben preguntar en sentido tropológico 3, porque esperaban que Elías vendría antes del fin y delante de Cristo. Como si preguntasen: ¿eres tú, acaso, el que anuncias que el Cristo habrá de venir al fin del mundo? Pero les responde con precaución: "No soy". Pero no debe llamar la atención que así como respecto del Salvador había muchos que sabían que había nacido de María, y sin embargo algunos de ellos se engañaban (creyendo que El era Juan Bautista, Elías, o alguno de los profetas), así también respecto de San Juan; aunque no se ocultaba a muchos que era hijo de San Zacarías, dudaban algunos si acaso sería Elías el que había aparecido en San Juan. Y como había habido muchos profetas en Israel, se esperaba uno de quien Moisés había vaticinado, especialmente por aquellas palabras: "El Señor os levantará un profeta de entre vuestros hermanos, y le obedeceréis como a mí" ( Dt 18,18). Le preguntan por tercera vez, no ya sencillamente si es un profeta, sino si es el profeta, esto es, con la singularidad que expresa el artículo griego. Por esto sigue: "¿Eres tú el profeta?" El pueblo de Israel había comprendido en todos los profetas que ninguno de ellos era aquél de quien había vaticinado Moisés. El cual (como había sucedido a Moisés) estaría entre Dios y los hombres, y transmitiría a los discípulos el testamento recibido de Dios. Y atribuían ellos este nombre no a Jesucristo, sino que creían que sería distinto de Cristo. San Juan conoció que Cristo era el verdadero profeta, por esto añade: "Y respondió no".

San Agustín, in Ioannem, tract.4
Acaso porque San Juan era más que profeta, porque los profetas habían anunciado al Salvador desde lejos, pero San Juan demuestra que está presente.

Prosigue: "Y le dijeron: pues ¿quién eres?", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Véase aquí cómo insisten y preguntan con más fuerza. Mas éste destruye con su mansedumbre todas las sospechas que no estaban inspiradas en la verdad, y restablece la opinión verdadera. Por esto sigue: "El dijo: yo soy voz del que clama en el desierto".

San Agustín, ut sup
Isaías ya lo dijo y su profecía se realizó en San Juan. 

San Gregorio, in Evang. hom. 7
Ya sabéis que el Hijo Unigénito se llama el Verbo del Padre y por nuestro mismo lenguaje sabemos que primero suena la voz para que después se pueda oír la palabra; mas San Juan asegura que él es la voz que precede a la palabra y que por su mediación el Verbo del Padre es oído por los hombres. 

Orígenes
Heracleón, sin consideración a San Juan y a los profetas, dice que, en efecto, el Verbo es el Salvador, y que la voz se oye por medio de San Juan, de donde la virtud profética consiste en un mero sonido. A él le debemos contestar que si la trompeta no deja oír su voz significativa, nadie se apercibirá a la batalla. Pero si la voz del profeta no es otra cosa que un mero sonido, ¿cómo el Salvador nos remite a ella, cuando dijo "examinad las Escrituras" ( Jn 5,39)? Y dice San Juan que es él la voz. No que clama en el desierto, sino del que clama en el desierto, esto es de Aquél que estaba y clamaba: "Si alguno tiene sed que venga a mí y beba" ( Jn 7,37). Clamaba, pues, para que lo oyesen los que estaban distantes, y para que lo perciban los que tienen el oído torpe, y puedan comprender la importancia de lo que se les dice. 

Teofilacto
O bien porque anuncia la verdad de un modo terminante, en tanto que los que vivían bajo el influjo de la ley hablaban oscuramente.

San Gregorio, ut sup
San Juan clamaba en el desierto, porque anunciaba el consuelo del Redentor a Judea, que estaba como abandonada y desierta. 

Orígenes, ut sup
El efecto de esta voz que clama en el desierto no debe ser otro que el que el alma, separada de Dios, vuelva otra vez al camino recto que conduce a Dios, no siguiendo la malicia de los pasos torcidos de la serpiente, sino elevándose por medio de la contemplación al conocimiento de la verdad, sin mezcla alguna de mentira, para que la vida de acción se ajuste a la norma de lo lícito después de una conveniente meditación. Por esto sigue: "Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías el profeta". 

San Gregorio, ut sup
El camino del Señor es enderezado hacia el corazón cuando se oye con humildad la palabra de la verdad. El camino del Señor es enderezado al corazón cuando se prepara la vida al cumplimiento de su ley. 

Orígenes, ut sup
Habiendo respondido a los sacerdotes y a los levitas, fue preguntado por los fariseos. "Y los que habían sido enviados, eran de los fariseos". Digo que éste es el tercer testimonio, como puede deducirse de sus palabras. Véase también cómo los sacerdotes y los levitas preguntan con mansedumbre: "Tú, ¿quién eres?". No se arrogan nada digno de censura en aquella pregunta, sino que obran cual corresponde a verdaderos ministros de Dios. Mas los fariseos, divididos e inoportunos, según indica su nombre, dirigen al Bautista palabras mal sonantes y ofensivas. Por esto sigue: "Y le dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?" No querían averiguar la verdad, sino impedirle que bautizase. Pero después, no sé por qué razón, se deciden a bautizarse y volvieron a San Juan. La solución de esto, que los fariseos, a pesar de que no creían, viniesen a bautizarse con hipocresía, parece que consiste en que temían al pueblo.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
O acaso los mismos sacerdotes y levitas eran también de los fariseos, y como no pudieron doblegarlo con halagos, intentan arrojar sobre él una acusación, obligándole a decir lo que no era. Por esto sigue: "Y le preguntaron y le dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?". Les parecía que rayaba en la audacia el bautizar sin ser el Cristo, ni su precursor, ni su anunciador, esto es, su profeta. 

San Gregorio, in Evang. hom. 7
Pero cuando un santo cualquiera es preguntado con mal fin, no sale de su expresión de bondad. Por esto San Juan responde a las palabras de envidia con las predicaciones de vida. Por esto sigue: "Y Juan les respondió y dijo: yo bautizo en agua". 

Orígenes, ut sup
Y a aquellas palabras: "¿Por qué bautizas?", no convenía contestar otra cosa que indicar que su bautismo era carnal, o manifestar que era material.

San Gregorio, ut sup
San Juan no bautizaba en espíritu sino en agua, porque no podía perdonar los pecados. Lavaba con agua los cuerpos de los que se bautizaban, pero no purificaba sus almas por medio del perdón. ¿Y para qué bautiza si no perdona los pecados por medio del bautismo? Porque, cumpliendo en todo el orden y oficio de precursor de Aquel que venía -esto es, a cuyo nacimiento se había adelantado naciendo-, debía adelantarse también al Señor, que había de bautizar, bautizando él. Y el que se había hecho precursor de Jesucristo por medio de la predicación también había de ser su precursor bautizando, para imitarle en el sacramento, puesto que con ello anunciaba que éste era uno de los misterios de nuestra redención, y que estaba en medio de los hombres Aquél que aún no era conocido. Por esto sigue: "Mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis", porque como el Señor aparece en carne, es visible en cuanto al cuerpo pero invisible en cuanto a la majestad.

Crisóstomo, ut sup
Dijo esto porque era conveniente que el Salvador se confundiese con el pueblo, como uno de tantos, para dar ejemplo de humildad en todas partes. Y cuando dice: "A quien vosotros no conocéis", habla de un conocimiento cierto y seguro de quién es y de dónde viene.

San Agustín, in Ioannem, tract. 4
Apareció humilde y por lo mismo es antorcha encendida. 

Teofilacto
El Señor estaba en medio de los fariseos, pero le desconocían. Porque como ellos creían saber las Escrituras, por cuanto en ellas era anunciado el Señor, se encontraba en medio de ellos (esto es en sus conciencias) pero no lo conocían, porque no entendían las Escrituras. Además estaba en medio de ellos porque era mediador entre Dios y los hombres, por cuya razón Cristo Jesús se encontraba en medio de los fariseos esforzándose por unirlos con Dios, pero ellos no le conocían.

Orígenes
Una vez contestado: "Yo bautizo en agua" a aquella pregunta: "¿Por qué bautizas?", a las palabras: "¿Si tú no eres el Cristo?", el precursor ofrece su contestación pregonando la excelencia de la esencia de Jesucristo. Y dice que es tan grande el poder que tiene, que es invisible en cuanto a su divinidad, a pesar de que está presente a todos y se encuentra difundido por todo el orbe, lo que se da a entender por lo que dijo: "En medio de vosotros estuvo". Pues Este se encuentra en todo el mecanismo del universo, y lo penetra todo de tal modo que las cosas que nacen, nacen por El, puesto que todo fue hecho por El. Y esto es lo que da a conocer claramente a los que le preguntan: "¿Por qué bautizas?" O cuando dice: "En medio de vosotros estuvo", debe entenderse esto respecto de nosotros los hombres. Porque como somos racionales, existe en medio de nosotros, por lo mismo que el asiento principal del alma, el corazón, está situado en la parte media del cuerpo. Los que llevan al Verbo en su interior, ignorando su naturaleza, ni de dónde viene, ni cómo se encuentra en ellos, éstos desconocen que tienen el Verbo dentro de sí mismos, lo cual ya conoció San Juan. Por lo que, reprendiendo a los fariseos, les dice: "A quien vosotros no conocéis". Como los fariseos esperaban que no se tardaría la venida del Cristo y no podían elevarse a tan alto concepto acerca de El, creyendo sólo que sería un hombre santo, San Juan reprende su ignorancia, porque desconocen su excelencia. Dice: "Estuvo", porque está el Padre, que existe de una manera invariable e impermutable. Está también su Verbo, para salvar continuamente y aun cuando ha tomado carne y se encuentra entre los hombres de una manera invisible y no es conocido por ellos. Y para que alguno no crea que el que es invisible, cuando viene para todos los hombres o para todo el universo, es otro distinto del que se ha humanado y aparecido en la tierra, añade: "Este es el que ha de venir en pos de mí". Esto es, que habrá de aparecer después de mí. Y no tiene aquí la misma significación la palabra en pos que cuando Jesús nos invita a que vengamos en pos de El. Allí se nos manda que le sigamos, para que siguiendo sus pasos podamos llegar hasta el Padre; aquí se manifiesta lo que de esto se sigue, según las enseñanzas del Bautista. Vino con el fin de que todos crean por él, preparados para que puedan llegar sin mayor dificultad al Verbo perfecto. Dice además: "Este es el que ha de venir en pos de mí".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Como si dijese (San Juan) no creáis que todo consiste en mi bautismo, porque si mi bautismo fuese perfecto, no vendría otro después de mí a dar otro bautismo; mas todo esto es preparación de aquél, y pasará en breve como la sombra y la imagen; pero conviene que el que impone la verdad venga después de mí. Y si este bautismo fuera perfecto, nunca hubiese sido necesario un segundo. Y por esto añade: "El que ha sido engendrado antes de mí" es digno de mayor honor y de mayor respeto.

San Gregorio, ut sup
Al decir: "Ha sido hecho antes que yo" da a entender que había sido antepuesto a él. Viene después de mí, porque ha nacido después. Y ha sido engendrado antes de mí, porque es superior a mí.

Crisóstomo, ut sup
Y para que no se crea que su respectiva excelencia es comparable, y para manifestar mejor la diferencia, añade: "Del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado". Como diciendo: en tanto es superior a mí yo no soy digno de contarme ni aun entre sus servidores más humildes, porque soltar el calzado es lo último que puede hacer el que sirve.

San Agustín, ut sup
Por lo que si se hubiera juzgado digno de soltar la correa de su calzado, no hubiera aparecido más humilde.

San Gregorio, in Evang. hom. 7
Fue costumbre entre los antiguos que si alguno no quería casarse con alguna de las que le correspondían, debía soltarle el calzado a aquél que le fuese destinado en razón de verdadero parentesco. Y al aparecer Jesucristo entre los hombres, ¿qué otra cosa es más que el esposo que se presenta a la Iglesia santa? Por lo tanto San Juan se considera como indigno de soltar la correa de su calzado, como diciendo terminantemente: no puedo descubrir los vestigios del Redentor, porque el nombre de esposo no me lo merezco, y por ello no lo usurpo. Lo cual también puede entenderse de otro modo. ¿No sabemos todos que el calzado se hace con pieles de animales muertos? Pero habiendo venido el Señor por medio de la Encarnación, aparece como calzado, porque tomó sobre su divinidad la sustancia mortecina de nuestra corrupción. Y la correa de su calzado es la ligadura del misterio. San Juan, pues, no se atreve a soltar la correa de su calzado porque no puede penetrar el misterio de su Encarnación, como si dijese claramente: ¿Qué de particular tiene que sea mayor que yo, si considero que aun cuando ha nacido después que yo, no comprendo el misterio de su nacimiento?

Orígenes, in Ioannem, tom. 6
Hay alguno que ha dicho, y no sin razón, que esto debe entenderse así: No soy yo de tanto mérito para considerar su existencia de tan elevado origen y creer que ha recibido la carne como un calzado sólo por causa mía.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 16
Y como San Juan predicaba a todos con oportuna libertad lo que se refería a Jesucristo, el Evangelista dice aquí el lugar donde lo hacía, añadiendo: "Esto aconteció en Betania, de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando". Porque no predicaba a Jesucristo ni en la casa ni en la esquina, sino al otro lado del Jordán, en medio de la multitud y estando presentes los que había bautizado. Algunos ejemplares dicen en Betábora 4, porque Betania no estaba al otro lado del Jordán, ni en el desierto, sino cerca de Jerusalén. 

Glosa
Pero hay dos Betanias: una al otro lado del Jordán y otra a la parte acá, no muy distante de Jerusalén, en donde Lázaro fue resucitado.

Crisóstomo, ut sup
También se fija en esto por otra causa. Porque no refería cosas antiguas sino las que habían ocurrido poco tiempo antes, por lo que cita como testigos a los que estaban presentes y habían visto aquello que se refería, haciendo la demostración hasta de los lugares. 

Alcuino
Mas Betania quiere decir casa de obediencia, por medio de la que se manifiesta que todos deben obediencia a la fe para venir al bautismo.

Orígenes
Y Betábora quiere decir "casa de preparación", y conviene con el bautismo de San Juan, que servía para preparar al Señor un pueblo perfecto. Jordán quiere decir "la bajada de aquéllos". ¿Y quién será este río, sino nuestro Salvador, por medio del cual deben purificarse los que entran en este mundo, no porque Este sea quien baje, sino el género humano? Este río separa las gracias concedidas por Moisés de las concedidas por Jesucristo. Los manantiales de Este alegran la ciudad de Dios. Además, así como el caimán nada en el río de Egipto, así el Señor se oculta en este río. Mas el Padre está en el Hijo, y los que marchan a donde El se encuentra para lavarse dejan el oprobio de Egipto y se preparan a recibir la heredad eterna. Además se purifican de la lepra y son capaces de merecer las dos gracias, estando dispuestos para recibir las del Espíritu Santo. Porque este Espíritu nunca había bajado en forma de paloma sobre el otro río. San Juan bautizaba al otro lado del Jordán, como precursor del que había de venir a llamar no a los inocentes sino a los pecadores (o sea el precursor de Aquél que vino a llamar a los pecadores y no a los inocentes).

Notas
1- El artículo "la", en "la luz".
2-  La reencarnación.
3- Sentido tropológico equivale a sentido moral, es decir el mensaje del texto que ilumina la vida cristiana del que lo lee.
4-  Betábara. Aldea transjordánica donde, según algunos manuscritos de algunos Padres, bautizaba Juan. Es distinta de la tierra de Lázaro, Marta y María.



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