martes, 30 de mayo de 2017

Cartas del diablo a su sobrino II - C.S. Lewis


II
Mi querido Orugario:
Veo con verdadero disgusto que tu paciente se ha hecho cristiano. No te permitas la vana esperanza de que vas a conseguir librarte del castigo acostumbrado; de hecho, confío en que, en tus mejores momentos, ni siquiera querrías eludirlo. Mientras tanto, tenemos que hacer lo que podamos, en vista de la situación. No hay que desesperar: cientos de esos conversos adultos, tras una breve temporada en el campo del Enemigo, han sido reclamados y están ahora con nosotros. Todos los hábitos del paciente, tanto mentales como corporales, están todavía de nuestra parte.
En la actualidad, la misma Iglesia es uno de nuestros grandes aliados. No me interpretes mal; no me refiero a la Iglesia de raíces eternas, que vemos extenderse en el tiempo y en el espacio, temible como un ejército con las banderas desplegadas y ondeando al viento. Confieso que es un espectáculo que llena de inquietud incluso a nuestros más audaces tentadores; pero, por fortuna, se trata de un espectáculo completamente invisible para esos humanos; todo lo que puede ver tu paciente es el edificio a medio construir, en estilo gótico de imitación, que se erige en el nuevo solar. Y cuando penetra en la iglesia, ve al tendero de la esquina que, con una expresión un tanto zalamera, se abalanza hacia él, para ofrecerle un librito reluciente, con una liturgia que ninguno de los dos comprende, y otro librito, gastado por el uso, con versiones corrompidas de viejas canciones religiosas —por lo general, malas—, en un tipo de imprenta diminuto; al llegar a su banco, mira en torno suyo y ve precisamente a aquellos vecinos que, hasta entonces, había procurado evitar. Te trae cuenta poner énfasis en estos vecinos, haciendo, por ejemplo, que el pensamiento de tu paciente pase rápidamente de expresiones como "el cuerpo de Cristo" a las caras de los que tiene sentados en el banco de al lado. Importa muy poco, por supuesto, la clase de personas que realmente haya en el banco. Puede que haya alguien en quien reconozcas a un gran militante del bando del Enemigo; no importa, porque tu paciente, gracias a Nuestro Padre de las Profundidades, es un insensato, y con tal de que alguno de esos vecinos desafine al cantar, o lleve botas que crujan, o tenga papada, o vista de modo extravagante, el paciente creerá con facilidad que, por tanto, su religión tiene que ser, en algún sentido, ridícula. En la etapa que actualmente atraviesa, tiene una idea de los "cristianos" que considera muy espiritual, pero que, en realidad, es predominantemente gráfica: tiene la cabeza llena de togas, sandalias, armaduras y piernas descubiertas, y hasta el simple hecho de que las personas que hay en la iglesia lleven ropa moderna supone, para él, un auténtico (aunque inconsciente, claro está) problema. Nunca permitas que esto aflore a la superficie de su conciencia; no le permitas que llegue a preguntarse cómo esperaba que fuesen. Por ahora, mantén sus ideas vagas y confusas, y tendrás toda la eternidad para divertirte, provocando en él esa peculiar especie de lucidez que proporciona el Infierno.

lunes, 29 de mayo de 2017

Fuera de la Iglesia tienen que respetar que la Iglesia no es una organización política o hecha por el hombre, sino que es el Cuerpo de Cristo - Cardenal Gerhard Ludwig Müller

Entrevista concedida por el
Cardenal  Gerhard Ludwig Müller
a Raymond Arroyo para EWTN
grabada en Estados Unidos el 12 de mayo de 2017


ARROYO: Quiero comenzar con su libro, “The Cardinal Müller Report”, que tiene una vaga referencia al de su predecesor, “Cardinal Ratzinger Report”, de hace muchos años. Se centra en la esperanza y las diversas dimensiones de la esperanza en toda la Iglesia, el mundo, la familia. ¿Dónde hay más carencia de esperanza, en su opinión, y cómo la gente la echa de menos?
MÜLLER: Bueno, el título no es sólo una vaga referencia, sino un vínculo directamente buscado, porque él habló en el informe sobre la fe, y tenemos otra virtud teologal que es la esperanza muy vinculada con la fe y el amor y nosotros conocemos y recordamos la gran encíclica de Benedicto, Deus Caritas Est, Dios es Amor. Y, por lo tanto, en nuestro tiempo lo que creemos que necesitamos es esperanza, tener orientación para este corto tiempo de nuestra vida terrenal. Pero estamos esperando una larga vida, la eternidad, porque estamos creados para la comunión con Dios en el amor. Y, por lo tanto, no podemos restringir nuestra existencia solamente a los esfuerzos en este mundo.
ARROYO: Usted ha hablado extensamente sobre el terrorismo islámico, terrorismo islámico radical que usted llama, del mismo modo que lo llama el presidente Trump. ¿Cuál es el papel de la Iglesia hoy en la lucha contra el terrorismo islámico radical? ¿Puede realizar una oposición teológica? ¿Presentar una visión diferente? ¿Cuál es su opinión?
MÜLLER: Creo que la tarea de los estados y la comunión de los estados es diferente de la de la Iglesia. La Iglesia es el cuerpo de Jesucristo. Es una representación, una revelación de la encarnación de Dios y, por lo tanto, debemos entrar en la discusión con las autoridades islámicas sobre la contradicción de Dios con el amor y este terrorismo que se perpetra en el nombre de Dios … por lo tanto, es una contradicción interna entre esta violencia, violencia destructiva contra los seres humanos que son creados a imagen de Dios, y Dios mismo que es Amor Encarnado.
ARROYO: Quiero volver a los asuntos de la Iglesia… Hablemos de Amoris Laetitia, una exhortación que es resultado de dos sínodos que han generado mucha atención. Se han vertido ríos de tinta sobre lo que pretende Amoris Laetitia y lo que significa, particularmente, el octavo capítulo. Y en ella el Papa parece sugerir, y algunos han sugerido, incluso en las Conferencias Episcopales de todo el mundo, que un católico divorciado y “vuelto a casar” civilmente, con el acompañamiento de su pastor, sin nulidad matrimonial, reciba los sacramentos y sea bienvenido en los sacramentos, a pesar del hecho de que, en el tiempo pasado, esto habría sido considerado “vivir en pecado.” ¿Qué opina usted? ¿Es eso posible? ¿Es eso lo que se está avanzando?

¿Desaparece el cristianismo en Europa?



El cristianismo desaparecerá de Europa
como desapareció del norte de África.
Por Giulio Meotti

"Temo que nos estemos acercando a algo parecido al trágico destino del cristianismo en el norte de África en los primeros tiempos del Islam", advirtió el obispo luterano Jobst Schoene hace unos años. En la antigüedad, Argelia y Túnez, totalmente cristianas, nos dieron grandes pensadores, como Tertuliano y san Agustín. Dos siglos después, el cristianismo había desaparecido, sustituido por la civilización árabe-islámica.
¿Va a correr Europa la misma suerte?
“El cristianismo se ha terminado en Irak” a causa del extremismo islámico; en Europa, el cristianismo se está suicidando.
En veinte años nacerán más niños de mujeres musulmanas que de cristianas en todo el mundo. Esta es sólo la última señal del rápido crecimiento del islam, que lleva camino de convertirse la mayor religión del mundo al acabar el siglo, según un nuevo estudio publicado por el Pew Research Center.
“El cristianismo está literalmente agonizando en Europa”, dijo Conrad Hackett, jefe del equipo de investigadores del informe del Pew, según el cual entre 2010 y 2015 la población mundial musulmana se incrementó en más de 150 millones de personas, hasta llegar a los 1.800 millones.
En Europa, ¿cuántos cristianos se han perdido? Entre 2010 y 2015, “la cifra de muertes superó a la de nacimientos en casi 6 millones”.
A este ritmo, el cristianismo desaparecerá de Europa.
En el mismo marco temporal, en la mayoría de los países europeos –Gran Bretaña, Alemania, Italia y Rusia incluidos– las muertes superaron a los nacimientos entre los cristianos. “Sólo en Alemania, por ejemplo, se calcula que hubo 1,4 millones más de muertes que de nacimientos de cristianos entre 2010 y 2015, una pauta que se prevé se mantenga en gran parte de Europa en las próximas décadas”, descubrió el Pew. Hay patrones claros en las tendencias demográficas, los niveles de asistencia a las iglesias, el número de parroquias cerradas y la menguante cifra de sacerdotes.

domingo, 28 de mayo de 2017

La persecución a los cristianos en los últimos 25 años - Informe de Puertas Abiertas

7 macrotendencias en 25 años de la LMP

Las ideologías y el extremismo religioso 
son los principales focos



2017 representa el 25º año de publicación de la Lista Mundial de la Persecución (World Watch List en inglés), la que ha sido y sigue siendo el único estudio de carácter anual que analiza y enumera los países en los que es más difícil practicar la fe cristiana. La consistencia de los datos es de destacar. Solo tres países han ocupado el primer puesto de la clasificación en estos 25 años: Arabia Saudí, siete veces (1993-1995 y 1998-2001); Somalia, dos veces (1996 y 1997); y Corea del Norte, dieciséis veces (2002-2017). De hecho, en términos de la suma total de puntos reunidos en estos 25 años, Corea del Norte y Arabia Saudí ocupan los puestos 1 y 2, respectivamente, mientras que Somalia es 4º, puesto que Irán ocuparía el nº3. Los otros países que les acompañarían en el "top 10" de estas dos décadas y media serían: Afganistán (5), Maldivas (6), Yemen (7), Sudán (8), Vietnam (9) y China (10). Seis de estos diez países han clasificado también entre los diez primeros en la LMP 2017.
El mundo ha visto ocurrir cambios muy importantes en los últimos 25 años y Puertas Abiertas ha querido analizar en profundidad cómo se han reflejado estos cambios en el estudio de la Lista Mundial de la Persecución. En este período, hemos podido comprobar siete cambios inmensos o "macrotendencias" que han tenido un gran impacto en la situación de persecución a los cristianos.
1. China se abre al mundo y se descubre la Iglesia perseguida más grande

viernes, 26 de mayo de 2017

Las familias verdaderamente católicas fortalecerán la Iglesia de nuestro tiempo con la hermosura de la fe católica - Mons. Athanasius Schneider

Conferencia fue pronunciada por
S.E.R. Monseñor Athanasius Schneider
obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán)
el 19 de mayo de 2017

durante el Foro anual de la Vida
organizado en Roma
por Voice of the Family



La familia ha sido instituida de forma directa por Dios. Esto nos enseña el Magisterio de la Iglesia (cf. Pío XI., encíclica Divini illius magistri, 12). León XIII dice en su encíclica magistral sobre el matrimonio y la familia: «Teniendo el matrimonio por su autor a Dios,  por eso mismo hay en él algo de sagrado y religioso; no adventicio, sino ingénito; no recibido de los hombres, sino radicado en la naturaleza. Por ello, Inocencio III y Honorio III, predecesores nuestros, han podido afirmar, no sin razón ni temerariamente, que el sacramento del matrimonio existe entre fieles e infieles» (Con respecto a Inocencio III, V. Corpus juris canonici, cap. 8, De divort., ed. cit., Part 2, col. 723. Inocencio III alude a 1 Cor. 7:13. Con relación a Honorio III, V. cap. ii, De transact., (op. cit., Part 2 col. 210).)” (Encíclica Arcanum Divinae, nº 11, 10 de febrero de 1880).
«La familia recibe, por tanto, inmediatamente del creador la misión, y por esto mismo el derecho de educar a la prole; derecho irrenunciable por estar inseparablemente unido a una estricta obligación; y derecho anterior a cualquier otro derecho del Estado y de la sociedad, y por lo mismo inviolable por parte de toda potestad terrena» (Pío XI., Encíclica Divini illius magistri, 27). Los padres tienen la gravísima obligación de procurar la educación de sus hijos, tanto la religiosa como la moral (CIC 1917, canon 1113 y CIC 1983, canon 793).
León XIII nos dio una explicación muy concisa sobre el origen y el deber primario de los padres con respecto a la educación de los hijos, y en primer lugar con respecto a su instrucción en la fe católica. Este deber hunde sus raíces en el orden natural de la creación de Dios: «En este punto es tan unánime el sentir común del género humano que se pondrían en abierta contradicción con éste cuantos se atreviesen a sostener que la prole, antes que a la familia, pertenece al Estado, y que el Estado tiene sobre la educación un derecho absoluto. Es además totalmente ineficaz la razón que se aduce, de que el hombre nace ciudadano y que por esto pertenece primariamente al Estado, no advirtiendo que antes de ser ciudadano el hombre debe existir, y la existencia no se la ha dado el Estado, sino los padres, como sabiamente declara León XIII: “Los hijos son algo del padre y como una cierta ampliación de la persona paterna y, si hemos de hablar con propiedad, no entran a formar parte de la sociedad civil sino a través de la comunidad doméstica en que han nacido” (Encíclica Rerum novarum). Dice también León XIII: “Es tal la patria potestad, que no puede ser ni absorbida ni extinguida por el poder público, pues que tiene idéntico y común principio con la vida misma de los hombres” (íbid.). En otra memorable encíclica, León XIII declara y compendia los derechos y deberes de los padres: “La misma naturaleza da [a los padres] el derecho a educar a sus hijos, imponiéndoles al mismo tiempo el deber de que la educación y enseñanza de la niñez corresponda y diga bien con el fiel para el cual el Cielo les dio los hijos. A los padres toca, por lo tanto, tratar con todas sus fuerzas de rechazar todo atentado en este particular, y de conseguir a toda costa que en su mano quede el educar cristianamente, cual conviene a sus hijos, y apartarlos cuanto más lejos puedan de las escuelas donde corren peligro de que se les propine el veneno de la impiedad”» (Encíclica Sapientiae christianae) (Pío XI., Encíclica Divini illius magistri, 35).

San Felipe Neri sigue siendo un modelo de la misión permanente de la Iglesia en el mundo - Papa Francisco

MENSAJE DEL 
SANTO PADRE 
FRANCISCO
EN EL QUINTO CENTENARIO
DEL NACIMIENTO DE 
SAN FELIPE NERI

Al reverendo padre Mario Alberto avilés, c.o.
Procurador general de la Confederación del Oratorio de San Felipe Neri

El quinto centenario del nacimiento de san Felipe Neri, nacido en Florencia el 21 de julio de 1515, me ofrece la feliz ocasión de unirme espiritualmente a toda la Confederación del Oratorio para recordar a quien vivió durante sesenta años en la Urbe, mereciendo el apelativo de «Apóstol de Roma». Su itinerario existencial estuvo profundamente marcado por la relación con la persona de Jesucristo y por el compromiso de orientar hacia Él las almas confiadas a su cuidado espiritual; en la hora de la muerte, recomendó: «Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide». De esta ferviente experiencia de comunión con el Señor Jesús nació el Oratorio, realidad eclesial caracterizada por una intensa y gozosa vida espiritual: oración, escucha y conversación sobre la Palabra de Dios, preparación para recibir dignamente los sacramentos, formación en la vida cristiana a través de la historia de los santos y de la Iglesia, obras de caridad en favor de los más pobres.

También gracias al apostolado de san Felipe, el compromiso por la salvación de las almas volvía a ser una prioridad en la acción de la Iglesia; se comprendió nuevamente que los pastores debían estar con el pueblo para guiarlo y sostener su fe. Felipe fue guía para muchos, anunciando el Evangelio y administrando los sacramentos. En particular, se dedicó con gran pasión al ministerio de la confesión, hasta la tarde de su último día terreno. Su preocupación era seguir constantemente el crecimiento espiritual de sus discípulos, acompañándolos en las dificultades de la vida y abriéndolos a la esperanza cristiana. Ciertamente, su misión de «cincelador de almas» se beneficiaba del atractivo singular de su persona, caracterizada por el calor humano, la alegría, la mansedumbre y la suavidad. Estas peculiaridades suyas tenían su origen en su ardiente experiencia de Cristo y en la acción del Espíritu divino, que le había dilatado el corazón.

jueves, 25 de mayo de 2017

Cartas del diablo a su sobrino I - C.S. Lewis


PREFACIO

No tengo la menor intención de explicar cómo cayó en mis manos la correspondencia que ahora ofrezco al público.
En lo que se refiere a los diablos, la raza humana puede caer en dos errores iguales y de signo opuesto. Uno consiste en no creer en su existencia. El otro, en creer en los diablos y sentir por ellos un interés excesivo y malsano. Los diablos se sienten igualmente halagados por ambos errores, y acogen con idéntico entusiasmo a un materialista que a un hechicero. El género de escritura empleado en este libro puede ser logrado muy fácilmente por Cualquiera que haya adquirido la destreza necesaria; pero no la aprenderán de mí personas mal intencionadas o excitables, que podrían hacer mal uso de ella.
Se aconseja a los lectores que recuerden que el diablo es un mentiroso. No debe aceptarse como verídico, ni siquiera desde su, particular punto de vista, todo lo que dice Escrutopo. No he tratado de identificar a ninguno de los seres humanos mencionados en las cartas, pero me parece muy improbable que los retratos que hacen, por ejemplo, del padre Spike, o de la madre del paciente, sean enteramente justos. El pensamiento desiderativo se da en el Infierno lo mismo que en la Tierra.
Para terminar, debiera añadir que no se ha hecho el menor esfuerzo para esclarecer la cronología de las cartas. La número XVII parece haber sido redactada antes de que el racionamiento llegase a ser drástico, pero, por lo general, el sistema de fechas diabólico no parece tener relación alguna con el tiempo terrestre, y no he intentado recomponerlo. Evidentemente, salvo en la medida en que afectaba, de vez en cuando, al estado de ánimo de algún ser humano, la historia de la Guerra Europea carecía de interés para Escrutopo.
C. S. LEWIS
Magdalen College, 5 de julio de 1941

"La mejor forma de expulsar al diablo, si no se rinde ante el texto de las Escrituras, es mofarse y no hacerle caso porque no puede soportar el desprecio."
LUTERO

"El diablo... el espíritu orgulloso... no puede aguantar que se mofen de él..."
TOMÁS MORO

I
Mi querido Orugario:

miércoles, 24 de mayo de 2017

Historia de la advocación de María Auxiliadora y la explicación de su cuadro


            
Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de Auxiliadora.
Que en su idioma, el griego, se dice con la palabra “Boetéia”, que significa “La que trae auxilios venidos del cielo”.

San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama “Auxilio potentísimo” de los seguidores de Cristo.
Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotokos y Boetéia).
En el año 476 el gran orador Proclo decía: “La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto“.
San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen “Auxiliadora de los que sufren”.
Y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la “Auxiliadora de los enfermos” se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.

El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María “Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles” e insiste en que recemos para que Ella sea también “Auxiliadora de los que gobiernan”.
Y así cumplamos lo que dijo Cristo: “Dad al gobernante lo que es del gobernante” y lo que dijo Jeremías: “Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien”.
San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: “María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo”.
San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: “María Auxiliadora rogad por nosotros”.
Y repite: “La Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte”.
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: “Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria.
Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda”.
Su mayor milagro lo realizó en la Batalla de Lepanto contra los musulmanes.

LA BATALLA DE LEPANTO


En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa.
En ese tiempo no había la tolerancia de unas religiones para con las otras.
Y ellos a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano.
Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma.

Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión.
Pronto se formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo.
El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto.

Mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. 

En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario.

Y que en las letanías lauretanas se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
Más tarde, con motivo de haber sido librada Viena del sitio de los turcos en 1683, fue erigida en Baviera la primera Cofradia de María Auxiliadora en reconocimiento de tan gran favor. 

Ese año los turcos atacaron Viena durante el Pontificado de Inocencio XI. Bajo el mando del rey de Polonia, Juan Sobieski, venció al ejército turco confiando en la ayuda de María Auxiliadora, inclusive con un ejército inferior en fuerzas. Al poco tiempo fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hoy en más de 60 países.
Y con pasmosa rapidez se difundió esta devoción en Alemania, Italia y por todo el orbe.

EL PAPA, NAPOLEÓN Y LA FIESTA DE MARÍA AUXILIADORA

martes, 23 de mayo de 2017

Apostolados menudos XIX - Final (el apostolado del amén) - San manuel González García

El apostolado del amén


         «No se debe hacer lo que es malo por ninguna cosa del mundo, ni por amor de alguno; más por el provecho de quien le hubiere menester, alguna vez se puede interrumpir la buena obra o también emprender otra más perfecta.
            De esta suerte no se deja de obrar bien, sino que se muda en mejor.»
                                    (Imitación de Cristo, lib. I, cap XV)


Apostolado bueno


Éste sí que es el Apostolado de las tres B: ¡Bueno, bonito y barato!
          Bueno, como fundado, adornado y aliñado con la caridad humilde del que ríe con los que ríen, llora con los que lloran, arde con los que se queman y está presto a sufrir cualquier quebranto por no dárselo a su prójimo.
          ¡Vaya si es bueno pasarse la vida repartiendo amenes a amigos y enemigos, conocidos o desconocidos, altos o bajos y con todos los que hayamos menester tratar sin más límites que el que la justicia marca!
          El apostolado del amén es tener para todo gusto lícito del prójimo que tratamos, para toda opinión en materias opinables, hasta para cualquier capricho inocente o indiferente, un amén de apacible, cariñosa y sincera conformidad o deferencia respetuosa, al menos.    Y esto por una doble razón, de justicia, la una, y de caridad, la otra.

Por justicia yo no debo oponerme a los gustos, opiniones y aun caprichos no malos de mi prójimo y, además, obligarle o forzarle a que acepte los míos, que es en definitiva a lo que tiende toda discusión o diatriba, porque ni Dios ni autoridad ninguna me han impuesto ese deber, pues se trata de personas sobre las que no tengo obligación de ejercer el oficio de corrector o educador y de cosas que en definitiva pueden ser como las ve mi prójimo y no como yo las veo y juzgo, y por caridad, conforme al viejo refrán de que «más se alcanza con una dedada de miel (que a eso equivale la condescendencia de mi amén) que con una cuba de hiel» (que no a otra cosa vienen a parar las discusiones de los gustos y opiniones de los que trato).


Apostolado bonito


          Por las fealdades que impide y por las bellezas que aporta.
          Fealdades: ¿Han visto ustedes una cosa más fea que una cara iracunda o descompuesta por una discusión?
          Yo recomendaría a los aficionados a salirse con la suya a todo trance y a fuerza de notas altas y caras feas, el uso de un espejito de bolsillo para estos casos: ¡les auguro el remedio eficaz!
          Y si la cara se pone tan fea y a su vez es el espejo del alma ¿me queréis decir cómo se pondrán las almas de los porfiados y tercos mantenedores de sus pareceres y opiniones? ¡No hay placa que resista esa fotografía!
          Bellezas: En cambio ¡qué irradiación de paz, dominio de sí mismo, caridad atrayente y simpatía proyecta el amén prodigado afable y discretamente a esos mil tropiezos que el genio, los nervios y el amor propio de los demás nos regalan cada día, y cuando la naturaleza del tropiezo no lo permita sin mengua de nuestra conciencia, un gesto, al menos, que expresando la disconformidad insinúe deferencia y respeto al contrario!
          Todo lo que de atracción, bondad y hasta acatamiento pone esa prodigalidad del amén para con los prójimos que tratamos, pone de repulsión, si no de grotesca ridiculez, el pero o el contra de los eternos contradictores.
          Éstos están para siempre ridiculizados en esta frase: Señores, señores, -se supone que dicen al llegar a cualquier reunión de conocidos-, que yo digo lo contrario de lo que ustedes, estaban diciendo... ¿qué decían ustedes?...


Y apostolado barato

lunes, 22 de mayo de 2017

Apostalados menudos XVIII (El apostolado de dar la razón a los que mandan) - San Manuel González García

El apostolado de dar la razón a los que mandan.

    El nombre

     
          Rarillo, ¿verdad?, pero en un momento quedará disuelta la rareza.
           Han de saber ustedes, señores y amigos lectores, que una de las cosas que voy aprendiendo en mi ministerio de tratar y salvar prójimos, es que a la mayor parte de ellos les cuesta más trabajo dar la razón a otros que dar el dinero.
          Y ¡cuenten que hay epidemia de bolsas y manos cerradas!
          ¡Dar la razón!
          Ahí es nada la generosidad que esa dádiva supone en la mayor parte, y casi diría en la totalidad del género humano civilizado y... ¡no digo nada del por civilizar!
          Y dar la razón a los que están un dedo más alto que nosotros, con prontitud y sinceridad, sin reservas ni recámaras de segundas o terceras intenciones... ¡heroísmo, heroísmo!


Lo razonable y lo no razonable


          Ante todo advierto que el apostolado que ahora preconizo no es apostolado de dar la razón a troche y moche, ni a ojos cerrados.
          El negar la razón a lo no razonable puede ser tan meritorio como darla a lo razonable.
          El error, el vicio, el escándalo y lo que envuelve peligro de unos u otros males, expóngase por quien se exponga, por alto que esté y preséntese como se presente, no merece más que esto sólo: desprecio y reprensión.
           Pero fuera de lo no razonable, ¡cuántas cosas razonables se dicen y hacen por nuestros superiores que no sólo no logran el agasajo de nuestra razón sino que tienen que sufrir el arañazo, el desplante o la burla de nuestra contrariada, mohina y descontentadiza razón!
          Y no se diga que son cosas del otro jueves o de las que depende el equilibrio europeo contra las que nos ensañamos (ésta es la palabra harta veces), quitándoles la razón, sino minucias y nonadas y, cuando más, manifestación de opiniones o sentimientos personales para las que no nos piden voz ni voto, ni nos dan arte ni parte.
          ¿No habéis observado, por ejemplo, con qué calor y enfado solemos negar o discutir la razón que nuestro pariente, amigo, vecino y transeúnte tiene para ir quejándose o riéndose, vestido de blanco, de negro o de verde, mirando hacia arriba o hacia abajo, diciendo que hace buen tiempo o malo y una lista de etcéteras interminables y de cosas tan transcendentales como las de la lista anterior?    Pues bien, si ese prójimo discutido tiene la suerte de ser superior, ¡que busque impermeable o coraza para defenderse del chaparrón de discusiones sobre sus gestos, dichos, actos, intenciones y hasta asomos de intención!
          Yo creo que hay hombres y mujeres para los que el día más feliz de su vida sería aquel en que se convencieran de que en todo el mundo nadie llevaba razón más que ellos...


Una nueva clase de avaricia


          Y ahondando un poco en la psicología de este fenómeno tan extendido y tan intenso, de esa fuerte propensión del corazón humano a quitar o no dar razón, me inclino a establecer una nueva clase de avaricia: la de no dar la razón, como la hay de no dar dinero.


Sus leyes

sábado, 20 de mayo de 2017

El nombre de Jesús, esplendor de los predicadores - San Bernardino de Siena





"El nombre de Jesús es el esplendor de los predicadores, ya que su luminoso resplandor es el que hace que su palabra sea anunciada y escuchada. ¿Cuál es la razón de que la luz de la fe se haya difundido por todo el orbe de modo tan súbito y tan ferviente sino la predicación de este nombre? ¿Acaso no es por la luz y la atracción del nombre de Jesús que Dios nos llamó a la luz maravillosa? A los que de este modo hemos sido iluminados, y en esta luz vemos la luz, dice con razón el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz.
Por lo tanto, este nombre debe ser publicado para que brille, no puede quedar escondido. Pero no puede ser predicado con un corazón manchado o una boca impura, sino que ha de ser colocado y mostrado en un vaso escogido. Por esto dice el Señor, refiriéndose al Apóstol: Éste es un vaso que me he escogido yo para que lleve mi nombre a los gentiles, a los reyes y a los hijos de Israel. Un vaso —dice— que me he escogido, como aquellos vasos escogidos en que se expone a la venta una bebida de agradable sabor, para que el brillo y esplendor del recipiente invite a beber de ella; para que lleve  —dice— mi nombre.

Apostolados menudos XVII (el apostolado de la buena cara) San Manuel González García


El apostolado de la buena cara

          «Cuando ayuneis no os pongáis caritristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad, os digo, que ya recibieron su galardón.
          Tú, al contrario, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava bien tu cara (Mt 5, 16-17). 
          Conocéis, sin duda, el apostolado de la buena palabra, predicada o escrita; pero el de la buena cara, ¿verdad que no estaba catalogado?
          Pues allá voy a ver si lo consigo con estos rengloncillos.
          Si el refrán popular enseña que el mejor partido que se puede sacar del tiempo malo es ponerle cara buena, una experiencia larga y nutrida me ha enseñado que no sólo del tiempo malo se puede sacar partido con esa simple receta, sino de otras muchas más cosas y aun personas.


Qué es


          Y ante todo, lector amigo, hágote saber que esa buena cara de este menudo apostolado no es la cara buena de los tontos o bobalicones que a todo dicen amén, ni la de los payasos, que de todo sacan risa; ni la de los burlones, que todo lo convierten en tijeras; ni la de los caramelosos, que chorrean almíbar hasta el empalago...; no, esas caras no las quiero yo para mis menudos apóstoles.

          La cara buena de mi caso es una cara, ante todo, muy natural (claro, a fuerza de fuerza sobrenatural), con un par de ojos abiertos para mirar con benevolencia a todo el que me busque. Con un par de oídos dispuestos a oír con interés a todo el que me quiera hablar. Con una boca ni arrugada ni estirada por males de genio, de nervios o de humor, sino pronta a entreabrirse para dejar pasar una sonrisa que venga a decir, sin decirlo, algo de esto: ¡Qué bueno es usted! ¡Qué interesante su conversación! ¡Qué ganas tengo de servirle! ¡Qué gracia me hace usted!, y esto a pesar de la revolución de bilis, de nervios o de sangre que las majaderías, insulseces o injusticias, durezas, oídas o presenciadas, levantan o provoquen, y multiplicado por tantas horas cuantas tiene el día y tantas personas agradables o desagradables y tantos asuntos gratos o ingratos que me busquen u ocupen...
          ¿Qué os parece mi cara? Buena, pero... cara ¿verdad?


Lo que cuesta

viernes, 19 de mayo de 2017

El descuido en la práctica religiosa reviste una gravedad mayúscula - Mons. Domingo Salvador Castagna

1.- Sin fe no hay vida cristiana.


 La mediocridad, en la que el mundo actual mantiene sumergidos a sus habitantes, constituye el gran obstáculo a la fe cristiana. A partir de la Resurrección, Cristo no podrá ser visto sino por la fe. Así lo aprenden sus seguidores o discípulos durante aquellos días previos a la Ascensión. El deseo de verlo - como antes - sufrió la desilusión manifestada por Tomás al negarse a creer que el Maestro muerto en la Cruz había resucitado. ¡Qué claro lo afirma el Señor, cuando reitera lo que ocurrirá después de la Resurrección!: “Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán” (Juan 14, 19). Este texto parece tener como referente el aducido por el Apóstol San Pablo: “El justo vivirá por la fe”. El tema de la fe, que está ocupando el espacio principal en estas sugerencias, no parece despertar mediático interés. Sin embargo, tanto en la enseñanza de Jesús, como en la predicación apostólica, ocupa el lugar central. Sin fe no hay vida cristiana. Sin adhesión personal al Misterio profesado, el mundo no distinguirá el mensaje que le ofrece el Evangelio y la necesidad que tiene de él.

2.- La cizaña de la incredulidad se mezcla con el trigo de la fe. El mal que causa la avalancha de males sobre la humanidad, se llama: incredulidad. Se caracteriza por su clandestina difusión, como la cizaña mezclada con el trigo. La referencia bíblica de la parábola del trigal, amenazado por la siembra maligna de la cizaña, incluye la descripción de una situación actualmente innegable. Su acción invade subrepticiamente todos los órdenes, y debilita a la misma Iglesia. Todo tipo de deserción, en la práctica religiosa, constituye un debilitamiento de la fe. Es preciso, a la luz de las palabras del mismo Jesús, comprender su sentido: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras” (Juan 14, 23-24). La fidelidad a la Palabra - que es el mismo Cristo - es esencial a la fe. La fe está viva por el amor, o por la fidelidad a Cristo. Cuando el Señor elogia la fe de alguien, reconoce la sincera adhesión del mismo a su divina persona. Es la fe que todo lo logra, hasta el traslado de una montaña al mar, comparada al lozano florecimiento de la humildísima mostaza (Mateo 17, 20).

3.- El trágico descuido de la práctica religiosa. 

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