miércoles, 30 de abril de 2014

Máximas de San Juan Bosco sobre el cielo

CIELO
 
   ·        Todo el bien que los demás hagan por nuestra sugerencia, acrecentara el esplendor de nuestra gloria en el cielo.
 
  ·        Si el pensamiento del infierno es aterrador, que nos llene de consuelo la esperanza del paraíso, en donde se gozan todos los bienes.
 
·        Si os juntáis con los buenos, os aseguro que iréis con ellos al paraíso. Si con los malos, seréis desgraciados y acabaréis por perder irreparablemente vuestra alma.
 
·        El afecto hacia las cosas de la tierra disminuye y ahoga el deseo por las cosas del cielo.
 
·        Caminad con los pies en la tierra, pero teniendo la mirada y el corazón en el cielo.

San Pío V el gran Papa del Siglo XVI

San Pío V
el papa de las reformas tridentinas
Por Rodolfo Vargas Rubio
Hijo fiel de Santo Domingo
y Papa reformista
Antonio Ghislieri nació en Bosco (localidad entonces dependiente del ducado de Milán y hoy perteneciente a la provincia piamontesa de Alessandria), el 17 de enero de 1504, siéndole impuesto en el bautismo el nombre del santo del día: san Antonio, abad e iniciador de la vida cenobítica. Hijo de Paolo Ghislieri y Domenica Augeria, su familia paterna era originaria de Bolonia y descendía de estirpe senatorial, pero había caído en decadencia hasta el punto que se dice que el padre del futuro papa se dedicaba al pastoreo de ovejas (patre opilione). Ello no fue óbice para que a los catorce años postulara a la Orden de Predicadores, en cuyo convento de Voghera fue admitido a los catorce años gracias a su inteligencia, su seriedad y su rectitud de costumbres, notables en una época en que la juventud se daba fácilmente a la disipación y la conducta de muchos clérigos dejaba mucho que desear. Recordemos que es ésta la época de la rebelión de Martín Lutero contra Roma. Como dominico, el joven fraile tomó el nombre de Michele, el del santo arcángel batallador, presagio quizás de la intrepidez que iba a desplegar en la defensa de la Iglesia y de la Cristiandad, combatiendo a herejes e infieles. En 1519 emitió los votos solemnes en Vigevano, continuando su formación intelectual en la Universidad de Bolonia.
Ordenado sacerdote en Génova en 1528, fue durante dieciséis años profesor de teología en Pavía. También se desempeñó como maestro de novicios y prior de algunos conventos dominicos, en los que anticipó las reformas que habría de poner en práctica como pontífice. Pero no sólo en el ámbito disciplinario destacó como partidario de la severidad; también en el doctrinal (de lo que había ya dado pruebas en sus años de aprendizaje al sostener en Parma públicamente treinta proposiciones contra los herejes y en defensa de la Sede Apostólica): pidió y obtuvo el cargo de inquisidor de Como y Bérgamo. El norte de Lombardía (ya infestado por las herejías de los valdenses, patarinos, arnaldinos y humillados) era, en efecto, un campo peligrosamente propicio a la expansión del Protestantismo por su proximidad y estrechas comunicaciones con el Imperio (en el que había prendido la rebelión de Lutero como fuego en estopa). Fue tal su celo en la defensa de la ortodoxia que el papa Julio III lo nombró comisario general de la Inquisición Romana por recomendación del cardenal Gian Pietro Caraffa. Convertido éste en papa con el nombre de Pablo IV, preconizó a fray Michele Ghislieri obispo de Sutri y Nepi el 4 de septiembre de 1556. El 14, en la festividad de la Exaltación de la Cruz, el celoso dominico recibía la consagración episcopal en la Capilla Sixtina, de manos del cardenal Giovanni Michele Saraceni, asistido por los obispos Giovanni Beraldo de Telese y Nicola Majorano de Molfetta.

martes, 29 de abril de 2014

Santa Catalina de Siena Doctora de la Iglesia - Pablo VI

Homilía pronunciada por el
Papa Pablo VI
en la basílica de
San Pedro
el 3 de octubre de 1970
en el acto de la proclamación de
Santa Catalina
de Siena
como Doctora de la Iglesia Universal
 
La alegría espiritual que ha inundado nuestra alma al proclamar doctora de la Iglesia a la humilde y sabia virgen dominica Catalina de Siena, encuentra su explicación más profunda, y hasta podíamos decir su justificación, en la alegría purísima experimentada por el Señor Jesús cuando, como nos narra el evangelista San Lucas, "se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito" (Lc 10,21; cfr. Mt 11,25-26).

 
El Señor elige a los humildes y sencillos
En realidad, cuando daba gracias al Padre por haber revelado los secretos de su divina sabiduría a los humildes, Jesús no tenía presentes en su espíritu solamente a los doce, que él mismo había elegido de entre el pueblo inculto, y que habría de mandar un día, en calidad de apóstoles suyos, a instruir a todas las gentes y a enseñarles todo lo que les había encomendado (cfr. Mt 28,19-20), sino que tenía también presentes a todos los que habían de creer el él, muchos de los cuales se contarían entre los menos dotados de los ojos del mundo.
El Apóstol de las Gentes se complacía en observar precisamente este hecho cuando escribía a la comunidad de la griega Corinto, ciudad en la que pululaba gente inflada de humana sabiduría:
"Y si no, mirad, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo, el desecho del mundo, lo que no es nada, lo eligió Dios para destruir lo que es, para que nadie pueda gloriarse ante Dios" (1 Cor 1,26-29).
Esta elección de Dios, que prefiere lo que es irrelevante e incluso despreciable a los ojos del mundo, había sido ya preanunciada por el Maestro cuando - en clara antítesis con las valoraciones terrenas- había llamado bienaventurados y predestinados a su reino a los pobres, a los que sufren, a los mansos, a los que padecen hambre y sed de justicia, a los puros de corazón, a los constructores de la paz (cfr. Mt 5,3-10).

El abandono de los Sagrarios acompañados (18) - Beato Manuel González García

XVIII. El abandono
de la compañía de imitación
 
El modo de la vida eucarística
Si la presencia real de Jesús en su Sagrario pide y exige la compañía nuestra de presencia corporal y espiritual viva y animada, esto es, si su presencia con sus sentimientos y afectos pide de nosotros la compañía de compasión, el modo de su presencia en la Eucaristía merece la compañía de imitación.
Jesús, en cuanto hombre, es siempre imitable. Ese precisamente fue uno de los principales fines de hacerse hombre: enseñar con su ejemplo a dar gloria a Dios santificándonos.
No sólo es imitable, sino que tenemos obligación de imitarlo:
1º. Respecto del Padre. El Padre Eterno no ama más que a su Hijo, y todo lo que no sea su Hijo, en tanto es amado por el Padre en cuanto lleva la imagen de su Hijo (en el modo que pueda llevarla: como vestigio, huella, efecto, imagen o semejanza), y, de este modo, amando a las criaturas, en realidad las ama por su Hijo o a éste en ellas.
El hombre, como ser racional, puede ser más que vestigio como la piedra o la planta. Es imagen. Por su naturaleza espiritual es imagen natural de Dios. Por la imitación de Jesucristo, por la gracia, es imagen sobrenatural de Él y sólo por este título o motivo será amado y recibido por el Padre. A los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo (Rm 8,29).
El amor pleno y perfecto de Dios, que es la gloria, no será más que para las imágenes vivas y perfectas de su Hijo, que son los bienaventurados.
2º. Respecto del Hijo. Él es no sólo la única verdad y la única vida, sino el único camino. Él es la única puerta para su Padre y el cielo.
Seguir o andar el camino de Jesucristo, y entrar por la puerta de Él, es imitarlo.

lunes, 28 de abril de 2014

Humanum Genus - León XIII

LEON XIII
Texto completo de la
Carta Encíclica
Humanum Genus
Sobre la masonería

(I) El género humano, después de apartarse miserablemente de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, por envidia del demonio, quedó dividido en dos campos contrarios, de los cuales el uno combate sin descanso por la verdad y la virtud, y el otro lucha por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad. El primer campo es el reino de Dios en la tierra, es decir, la Iglesia verdadera de Jesucristo. Los que quieren adherirse a ésta de corazón como conviene para su salvación, necesitan entregarse al servicio de Dios y de su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad. El otro campo es el reino de Satanás. Bajo su jurisdicción y poder se encuentran todos lo que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, se niegan a obedecer a la ley divina y eterna y emprenden multitud de obras prescindiendo de Dios o combatiendo contra Dios. Con aguda visión ha descrito Agustín estos dos reinos como dos ciudades de contrarias leyes y deseos, y con sutil brevedad ha compendiado la causa eficiente de una y otra en estas palabras: "Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad celestial". Durante todos los siglos han estado luchando entre sí con diversas armas y múltiples tácticas, aunque no siempre con el mismo ímpetu y ardor. En nuestros días, todos los que favorecen el campo peor parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia bajo la guía y con el auxilio de la masonería, sociedad extensamente dilatada y firmemente constituida por todas partes. No disimulan ya sus propósitos. Se levantan con suma audacia contra la majestad de Dios. Maquinan abiertamente la ruina de la santa Iglesia con el propósito de despojar enteramente, si pudiesen, a los pueblos cristianos de los beneficios que les ganó Jesucristo nuestro Salvador.
Deplorando Nos estos males, la caridad nos urge y obliga a clamar repetidamente a Dios: Mira que bravean tus enemigos y yerguen la cabeza los que te aborrecen. Tienden asechanzas a tu pueblo y se conjuran contra tus protegidos. Dicen: "Ea, borrémoslos del número de las naciones" (Ps.82).
(2) Ante un peligro tan inminente, en medio de una guerra tan despiadada y tenaz contra el cristianismo, es nuestro deber señalar el peligro, descubrir a los adversarios, resistir en lo posible sus tácticas y propósitos, para que no perezcan eternamente aquéllos cuya salvación nos está confiada, y para que no sólo permanezca firme y entero el reino de Jesucristo, cuya defensa Nos hemos tomado, sino que se dilate todavía con nuevos aumentos por todo el orbe.

I. LA IGLESIA, FRENTE A LA MASONERIA
(3) Nuestros antecesores los Romanos Pontífices, velando solícitamente por la salvación del pueblo cristiano, conocieron la personalidad y las intenciones de este capital enemigo tan pronto como comenzó a salir de las tinieblas de su oculta conjuración. Los Romanos Pontífices, previendo el futuro, dieron la señal de alarma frente al peligro y advirtieron a los príncipes y a los pueblos para que no se dejaran sorprender por las artimañas y las asechanzas preparadas para engañarlos.

La masonería y la Iglesia - P. Alfredo Sáenz S.J.

domingo, 27 de abril de 2014

San Juan Pablo II y los niños



 
JUAN PABLO II
CARTA DEL PAPA JUAN PABLO II
 A LOS NIÑOS
EN EL AÑO DE LA FAMILIA
   
¡Queridos niños!
Nace Jesús
Dentro de pocos días celebraremos la Navidad, fiesta vivida intensamente por todos los niños en cada familia. Este año lo será aún más porque es el Año de la Familia. Antes de que éste termine, deseo dirigirme a vosotros, niños del mundo entero, para compartir juntos la alegría de esta entrañable conmemoración.
La Navidad es la fiesta de un Niño, de un recién nacido. ¡Por esto es vuestra fiesta! Vosotros la esperáis con impaciencia y la preparáis con alegría, contando los días y casi las horas que faltan para la Nochebuena de Belén.
Parece que os estoy viendo: preparando en casa, en la parroquia, en cada rincón del mundo el nacimiento, reconstruyendo el clima y el ambiente en que nació el Salvador. ¡Es cierto! En el período navideño el establo con el pesebre ocupa un lugar central en la Iglesia. Y todos se apresuran a acercarse en peregrinación espiritual, como los pastores la noche del nacimiento de Jesús. Más tarde los Magos vendrán desde el lejano Oriente, siguiendo la estrella, hasta el lugar donde estaba el Redentor del universo.

sábado, 26 de abril de 2014

Domingo II de Pascua - San Agustín

Aparición a los discípulos
(Jn 20,19-23).
 
1. Parece que ayer dimos fin a la lectura de los relatos de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo según la verdad de los cuatro evangelistas. En el primer día se leyó la resurrección según Mateo; el segundo, según Lucas; el tercero, según Marcos, y el cuarto, o sea ayer, según Juan. Mas como Juan y Lucas escribieron abundantemente sobre la resurrección misma y lo que aconteció después de ella, sus relatos no pudieron leerse en un solo día; de esa manera, ayer escuchamos una parte de Juan, hoy otra, y así hasta que se acabe.
¿Qué hemos escuchado hoy? Que el mismo día de la resurrección, es decir, el domingo, cuando ya de tarde estaban los discípulos reunidos en un lugar con las puertas cerradas por miedo a los judíos, se les apareció el Señor en medio de todos. Según testimonio del evangelista, se les apareció dos veces en el mismo día, por la mañana y por la tarde. El relato sobre la aparición de la mañana ya se ha leído; ahora acabamos de escuchar lo referente a la aparición de la tarde. No era necesario que yo os recordase estas cosas; vosotros mismos podíais advertirlas. Sin embargo, pensando en los menos inteligentes y en los más descuidados, me pareció oportuno mencionarlo para que sepáis no sólo lo que habéis oído, sino también de qué evangelio está tomado lo leído.
2. Veamos, pues, lo que nos propone la lectura de hoy como tema para el sermón 1. La misma lectura nos invita y en cierto modo nos orienta a que digamos algo sobre cómo el Señor, que resucitó en la solidez de su cuerpo, de modo que no sólo fue visto, sino también tocado por sus discípulos, pudo aparecérseles estando las puertas cerradas. Algunos ponen tantas dificultades al respecto, aduciendo contra los milagros del Señor los prejuicios de sus razonamientos, que están a punto casi de perecer. Así argumentan: «Si tenía cuerpo, si tenía carne y huesos, si lo que resucitó del sepulcro fue lo mismo que colgó del madero, ¿cómo pudo entrar estando cerradas las puertas? Si no pudo, dicen, no tuvo lugar; si pudo, ¿cómo pudo?» Si comprendes el cómo, deja de ser milagro, y, si no crees que se trata de un milagro, estás muy cerca de negar también su resurrección del sepulcro. Examina los milagros hechos por el Señor ya desde el comienzo y dame la explicación de cada uno de ellos. Sin contacto de varón, una doncella concibe. Explica cómo sin varón ha concebido una doncella. Donde falla la explicación, allí se levanta la fe. Ya tienes un milagro en la misma concepción del Señor; escucha otro referido al parto: una doncella da a luz y permanece virgen. Ya entonces, antes de resucitar, pasó el Señor a través de puertas cerradas. Me preguntas: «Si entró a través de puertas cerradas, ¿dónde quedan las propiedades del cuerpo?» Y yo respondo: «Si caminó sobre el mar, ¿dónde queda el peso del cuerpo?» Más todo esto lo hizo el Señor en cuanto Señor. ¿Acaso dejó de ser Señor después de haber resucitado? Además hizo caminar a Pedro sobre las aguas; ¿qué hay que decir de esto? Lo que en Cristo pudo la divinidad, en Pedro lo realizó la fe. Pero Cristo lo hizo porque pudo, Pedro porque Cristo le ayudó. En conclusión, si comienzas a buscar explicación a los milagros con la sola mente humana, temo que pierdas la fe. ¿Ignoras que nada es imposible para Dios? A quienquiera que te diga: «Si entró a través de puertas cerradas, no tenía cuerpo», retuércele el argumento. «Si fue tocado, tenía cuerpo; si comió, tenía cuerpo; y el entrar fue resultado de un milagro, no de la naturaleza.» ¿No es digno de toda admiración el curso ordinario de la naturaleza? Todas las cosas están llenas de milagros, pero la frecuencia los ha hecho vulgares. Intenta darme explicación; mi pregunta versará sobre lo que vemos a diario. Explícame por qué la semilla de un árbol tan grande como la higuera es tan pequeña que apenas puede verse, mientras que la humilde calabaza la produce tan grande. Sin embargo, en aquella semilla tan pequeña, apenas visible; en aquella pequeñez y estrechez —si aplicas la inteligencia y no la vista— se oculta también la raíz; dentro de ella está el tronco y las hojas futuras y el fruto que aparecerá en el árbol. Todo está anticipado en la semilla. No es necesario pasar revista a muchas cosas; las cosas de cada día nadie intenta explicarlas, y tú me exiges que te explique los milagros. Lee, pues, el evangelio y cree los hechos maravillosos en él contenidos. Más es lo que ha hecho Dios; la obra que  supera a todas las demás no te causa admiración: nada existía y el mundo existe.

Ejercicios Espirituales S.Ignacio (15b/28) DOS BANDERAS 4 - P. Alfredo Sáenz S. J.


Ejercicios Espirituales S.Ignacio (15a/28) DOS BANDERAS 3 - P. Alfredo Sáenz S.J.


viernes, 25 de abril de 2014

Ejercicios Espirituales S.Ignacio (14b/28) DOS BANDERAS 2 - P. Alfredo Sáenz S.J.


Ejercicios Espirituales S.Ignacio (14a/28) DOS BANDERAS 1 - P. Alfredo Sáenz S.J.


El abandono de los sagrarios acompañados (17) - Beato Manuel González García

XVII. El abandono de la compañía de compasión
Como Jesús en nuestros Sagrarios no tiene una presencia estatuaria, sino real y viva, así la presencia con que debemos corresponderle no ha de limitarse a ser sólo presencia, como la de un candelero, una estatua, más o menos artística, o un mueble que decore, sino que ha de aspirar a ser presencia de todo nuestro ser racional y vivo. O sea, presencia corporal y espiritual. Pero ahondemos en esa presencia espiritual.
 
Cómo está Jesús en el Sagrario
 Si Jesús está presente en el Sagrario con sus ojos que me miran, yo debo estar ante el Sagrario mirando con mis ojos de carne la Sagrada Hostia, cuando me la dejan ver; y con mis ojos del alma el interior de esa Hostia.
Si Jesús está en el Sagrario con sus oídos para oírme, yo debo estar ante el Sagrario con mi atención para oírlo y con mi mayor interés para hablarle.
Si Jesús está presente en el Sagrario con sus manos rebosantes de dones para los necesitados que se lleguen a pedírselos, yo debo estar ante el Sagrario con mi indigencia expuesta en el plato de mi confianza.
Si Jesús está en el Sagrario con el Corazón palpitante de amor sin fin a su Padre y de amor hasta el fin a nosotros; si ese amor que sube a su Padre es infinitamente latréutico, porque lo alaba como Él se merece, e infinitamente eucarístico, porque le da gracias por los beneficios que nos hace hasta dejarlo satisfecho, e infinitamente expiatorio, porque lo aplaca por los pecados con que le ofendemos, hasta ponerlo en paz. Y es infinitamente impetratorio, porque con clamor válido intercede y ruega por nosotros. Y si ese amor que desciende desde su Corazón a los hijos de los hombres, es amor de Padre, hartas veces menospreciado. De Hermano, casi siempre desairado. De Amigo, las más de las veces abandonado. De Esposo, muy poco correspondido. Y de Rey, muchas veces desobedecido, vilipendiado y traicionado... Si todo esto es así, yo debo estar ante el Sagrario con todo mi corazón y con todo el amor de él, para sumergirme en aquel Corazón y palpitar con sus mismas palpitaciones y amar como Él ama, alabando, agradeciendo, expiando, intercediendo al Padre celestial y disponiéndome a darme por Él de todos los modos a mis prójimos hasta el fin, sin esperar nada...

jueves, 24 de abril de 2014

El Magisterio eclesial, transmite la verdad revelada y, por ello, no puede diluirse en razón de supuestos motivos pastorales - Card Joseph Ratzinger

A propósito de algunas objeciones
contra la doctrina de la Iglesia
sobre de la recepción de la Comunión eucarística
por parte de los fieles divorciados y vueltos a casar
(1)

Joseph Card. Ratzinger
 

 
La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre de la recepción de la Comunión eucarística por parte de los files divorciados y vueltos a casar, del 14 de septiembre de 1994, ha tenido eco vivaz en diversos lugares de la Iglesia. Junto a muchas reacciones positivas también se han oído no pocas voces críticas. Las objeciones esenciales contra la doctrina y la praxis de la Iglesia se presentan a continuación en modo simplificado.
Algunas objeciones más significativas —sobre todo las que se refieren a la praxis considerada más flexible de los Padres de la Iglesia, que sería la inspiración de la praxis de las Iglesias orientales separadas de Roma, así como la referencia a los principios tradicionales de la epicheia y de la aequitas canonica — han sido estudiadas profundamente por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Los artículos de los Profesores Pelland, Marcuzzi y Rodríguez Luño (2) han sido elaborados en el curso de este estudio. Los principales resultados de esa investigación, que indican la dirección de la respuesta a las objeciones, también serán aquí resumidos brevemente.
 
1. Muchos sostienen, aduciendo algunos pasajes del Nuevo Testamento, que la palabra de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio permita una aplicación flexible y no pueda ser encasillada en una categoría rígidamente jurídica.
Algunos exegetas ponen de relieve críticamente que el Magisterio, en relación a la indisolubilidad del Matrimonio, citaría casi exclusivamente una sola perícopa, o sea Mc 10,11-12, sin considerar otros pasajes del Evangelio de Mateo y de la Primera Carta a los Corintios. Estos pasaje bíblicos indicarían una cierta “excepción” a la palabra del Señor sobre la indisolubilidad del matrimonio, o sea en el caso de porneia (cf. Mt 5,32; 19,9) y en el caso de de separación por causa de la fe (cf. 1Cor 7,12-16). Estos textos serían indicaciones de que los cristianos, en situaciones difíciles, habrían conocido, ya en los tiempos apostólicos, una aplicación flexible de la palabra de Jesús.
A esta objeción se debe responder que los documentos magisteriales no pretenden presentar de modo completo y exhaustivo los fundamentos bíblicos de la doctrina sobre el matrimonio. Dejan esta importante tarea a los expertos competentes. El Magisterio subraya, sin embargo, que la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio deriva de la fidelidad a la palabra de Jesús. Jesús define claramente la praxis veterotestamentaria del divorcio como una consecuencia de la dureza del corazón del hombre. Yendo más allá de la ley, Cristo se remonta al inicio de la creación, a la voluntad del Creador, y resume su enseñanza con las palabras: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10,9). Con la llegada del Redentor, se vuelve a instaurar el matrimonio en su forma original a partir de la creación y se sustrae al arbitrio humano, sobre todo al del marido, pues la mujer no tenía posibilidad de divorciarse. La palabra de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio constituye la superación del antiguo orden de la ley en el nuevo orden de la fe y de la gracia. Sólo así el matrimonio puede hacer plena justicia tanto a la vocación de Dios al amor como a la dignidad humana, y constituirse en signo de la alianza de amor incondicionado de Dios, es decir, en un «Sacramento» (cf. Ef 5,32).
La posibilidad de separarse que Pablo señala en 1Cor 7, se refiere a matrimonios entre un cónyuge cristiano y un no bautizado. La reflexión teológica posterior ha dejado claro que únicamente los matrimonios entre bautizados son «Sacramento», en el sentido estricto de la palabra, y que la indisolubilidad absoluta caracteriza sólo a estos matrimonios que se colocan en el ámbito de la fe en Cristo. El denominado «matrimonio natural» funda su dignidad en el orden de la creación y está, por tanto, orientado a la indisolubilidad. Sin embargo, en determinadas circunstancias, puede ser disuelto a causa de un bien más alto, como es la fe. De este modo la sistematización teológica ha clasificado jurídicamente la indicación de San Pablo como «privilegium paulinum», es decir, como posibilidad de disolver, por el bien de la fe, un matrimonio no sacramental. La indisolubilidad del matrimonio verdaderamente sacramental permanece salvaguardada. No se trata, pues, de una excepción a la palabra del Señor. Volveremos sobre esto más adelante.
Acerca de la recta comprensión de las cláusulas sobre la porneia, existe abundante literatura con muchas hipótesis diferentes, incluso opuestas. No hay unanimidad entre los exegetas sobre esta cuestión. Muchos sostienen que se refiere a uniones matrimoniales inválidas y no a excepciones a la indisolubilidad del matrimonio. Sea como fuere, la Iglesia no puede edificar su doctrina y praxis sobre hipótesis exegéticas inciertas, sino que debe atenerse a la clara enseñanza de Cristo.
 
2. Otros objetan que la tradición patrística dejaría espacio para una praxis más diferenciada, que haría mayor justicia a las situaciones difíciles. A esté propósito, la Iglesia católica podría aprender del principio de «economía» de las Iglesias orientales separadas de Roma.

La comunión eucarística y los divorciados en nueva unión


CARTA A LOS OBISPOS
DE LA IGLESIA CATÓLICA

SOBRE LA RECEPCIÓN DE LA
COMUNIÓN EUCARÍSTICA POR PARTE
DE LOS FIELES DIVORCIADOS
QUE SE HAN VUELTO A CASAR

 

CONGREGACIÓN PARA
LA DOCTRINA DE LA FE
14 de septiembre de 1994

 
Excelencia Reverendísima:
1. El Año Internacional de la Familia constituye una ocasión muy importante para volver a descubrir los testimonios del amor y solicitud de la Iglesia por la familia (1) y, al mismo tiempo, para proponer de nuevo la inestimable riqueza del matrimonio cristiano que constituye el fundamento de la familia.
2. En este contexto merecen una especial atención las dificultades y los sufrimientos de aquellos fieles que se encuentran en situaciones matrimoniales irregulares (2). Los pastores están llamados, en efecto, a hacer sentir la caridad de Cristo y la materna cercanía de la Iglesia; los acogen con amor, exhortándolos a confiar en la misericordia de Dios y, con prudencia y respeto, sugiriéndoles caminos concretos de conversión y de participación en la vida de la comunidad eclesial (3).
3. Conscientes sin embargo de que la auténtica comprensión y la genuina misericordia no se encuentran separadas de la verdad (4), los pastores tienen el deber de recordar a estos fieles la doctrina de la Iglesia acerca de la celebración de los sacramentos y especialmente de la recepción de la Eucaristía. Sobre este punto, durante los últimos años, en varias regiones se han propuesto diversas soluciones pastorales según las cuales ciertamente no sería posible una admisión general de los divorciados vueltos a casar a la Comunión eucarística, pero podrían acceder a ella en determinados casos, cuando según su conciencia se consideraran autorizados a hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hubieran sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio, o bien cuando estuvieran convencidos de la nulidad del anterior matrimonio, sin poder demostrarla en el foro externo, o cuando ya hubieran recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia, o incluso cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.
En algunas partes se ha propuesto también que, para examinar objetivamente su situación efectiva, los divorciados vueltos a casar deberían entrevistarse con un sacerdote prudente y experto. Su eventual decisión de conciencia de acceder a la Eucaristía, sin embargo, debería ser respetada por ese sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.
En estos casos y otros similares se trataría de una solución pastoral, tolerante y benévola, para poder hacer justicia a las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar.
4. Aunque es sabido que análogas soluciones pastorales fueron propuestas por algunos Padres de la Iglesia y entraron en cierta medida incluso en la práctica, sin embargo nunca obtuvieron el consentimiento de los Padres ni constituyeron en modo alguno la doctrina común de la Iglesia, como tampoco determinaron su disciplina. Corresponde al Magisterio universal, en fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, enseñar e interpretar auténticamente el depósito de la fe.

La pastoral no es engañar a los hombres dejándoles en su condición de pecado - Card. Mauro Piacenza


Entrevista concedida
a Zenit por el

Cardenal
Mauro Piacenza

Publicada
el 16 de abril de 2014

 
Conversión y confesión, justicia y pastoral, libertad y verdad. Conceptos de Doctrina eclesial que corren el riesgo de permanecer abstractos si no se aplican a la realidad concreta de las personas, a sus heridas, a sus pecados. Después la duda de siempre: ¿la Iglesias debería adaptarse a las exigencias de los tiempos? ¿A las personas divorciadas que buscan la absolución en el confesionario, a 'dos madres' que quieren bautizar a sus hijas? ¿Debe escuchar la opinión pública? ¿O debe seguir en su misión de luz de las gentes, proclamadora de Verdad, también si a veces es 'incómoda'?
 
Eminencia, el próximo viernes entraremos en la Novena de la Divina Misericordia. ¿qué significado tiene esta devoción?
Cardenal Piacenza: Primero el próximo viernes será Viernes Santo, es decir el memorial de la Pasión de Jesucristo y es particularmente significativo que Santa Faustina Kowalska haya recibido la indicación de "envolver" toda la celebración del Evento pascual de sabor de la Misericordia, que, como el Papa nos recuerda a menudo, es el nombre mismo de Dios. Dios es Misericordia y esta Misericordia ha bajado a la Tierra en Jesús.
 
¿No es por tanto una "superposición indebida"?
Card. Piacenza: ¡Absolutamente no! Hablaría más bien de explicitación. No puede haber devoción personal que sustituya o se superponga a la Liturgia pública de la Iglesia. La de la Divina Misericordia es una explicitación del mensaje de salvación de la Pascua.
 
¿Cómo ha encontrado tanta "suerte" esta expresión de la fe?
Card. Piacenza: Ciertamente por el gran impulso de Juan Pablo II y por el origen sobrenatural de la devoción misma. Probablemente recoge y expresa la necesidad de confidencia en Jesús, precisamente del corazón humano. El mundo y los hombres tienen infinita necesidad de misericordia y ese Sagrado Corazón herido y abierto es el icono maravilloso. Todos necesitamos ese abrazo y nadie se abre y nadie que se abra a ello está excluido.
 
A propósito de Juan Pablo II, ¿cuál era su relación con la Divina Misericordia?
Card. Piacenza: Ciertamente debemos reconocer una particularísima relación con Dios. Ese Santo Papa era un místico profundo y cualquiera podía contemplarlo del todo inmerso en la oración, también en los momentos clamorosamente públicos. Juan Pablo II supo mantener siempre en equilibrio luminoso la relación entre la Divina Misericordia y humana responsabilidad.
 
La Iglesia últimamente, gracias también al papa Francisco, habla a menudo de misericordia. Después, sin embargo, en la realidad gobierna con el derecho... ¿Es una contradicción?

Las conversaciones telefónicas del Papa no cambian la doctrina de la Iglesia


Comunicado de la
Oficina de Prensa
de la Santa Sede

En el ámbito de las relaciones personales pastorales del Papa Francisco ha habido diversas llamadas de teléfono.
Como no se trata absolutamente de la actividad pública del Papa no hay que esperar informaciones o comentarios por parte de la Oficina de Prensa.
Las noticias difundidas sobre esa materia -ya que están fuera del ámbito propio de las relaciones personales- y su amplificación mediática no tienen por lo tanto confirmación alguna de fiabilidad y son fuente de malentendidos y confusión.
Por lo tanto hay que evitar deducir de esta circunstancia consecuencias relativas a la enseñanza de la Iglesia.
Versión de la misma nota según Radio Vaticano

martes, 22 de abril de 2014

Música Sagrada texto y encuesta

Encuesta para las Conferencias Episcopales,

los Institutos Religiosos Mayores

y las Facultades de Teología

MÚSICA SACRA

50 años después del Concilio

 
Texto de acompañamiento
1. Este texto se propone como subsidio a la encuesta “Música Sacra, 50 años después del Concilio”, y tiene en cuenta, particularmente, la Instrucción Musicam Sacram del 5 de marzo de 1967, promulgada por la Sagrada Congregación de Ritos con el fin de ilustrar el oficio ministerial de la música al servicio de la liturgia.
2. La música sacra, parte integrante del ars celebrandi, mantiene con la celebración litúrgica un nexo del todo peculiar, y está llamada a favorecer en los fieles un participación plena, orante y respetuosa del silencio sacro. El estilo celebrativo de la música litúrgica debe hacer resplandecer el primado de Dios y su obra de salvación en favor nuestro, testimoniando la centralidad de Cristo, muerto y resucitado, que en la Eucaristía renueva su ofrenda sacrificial. El lenguaje sonoro, capaz de llegar a cualquier confín geográfico-cultural y de hacerse comprensible en todo tiempo y lugar, es instrumento privilegiado con que celebrar la universalidad de la Iglesia, cuyo Misterio de Unidad se hace presente en cada comunidad reunida en torno a la mesa eucarística. Del mismo modo que la liturgia, la Música sacra debe aspirar a una noble belleza, y saber conjugar los tesoros del pasado con el verdadero arte de nuestro tiempo.
3. “La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 35). Por tanto, si la celebración del misterio de Cristo es también schola et via pulchritudinis, la música sacra puede ofrecer una notable contribución para que la asamblea llegue a percibir, conocer y amar a Aquél que, en la interpretación de los salmos hecha por los padres de la Iglesia, es “el más bello de los hombres” (Sal 44,3). De hecho, como toda auténtica obra de arte musical es capaz de purificarnos, elevarnos, hacernos advertir la grandeza y la belleza de Dios, así la música sacra, suscitando vivo estupor, favoreciendo la contemplación, y despertando un íntimo deseo de encontrar al Señor resucitado, abre a los fieles a la acción salvífica de la gracia de Dios invitándolos a corresponder a su amor.

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