viernes, 31 de enero de 2014

El sueño de los 9 años - San Juan Bosco


Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida. En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí, en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos. En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, notablemente vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: – No con golpes, sino la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a éstos tus amigos.

Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.

- ¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles? – Precisamente porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia.

- ¿En dónde?, ¿Cómo podré adquirir la ciencia? – Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.

- Pero ¿quién sois vos que me habláis de este modo? – Yo soy el Hijo de aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día.

El sueño de las dos columnas - San Juan Bosco

El 30 de mayo de 1862, dijo Don Bosco a todo el alumnado reunido: – “Les voy a contar un sueño que tuve. A mis discípulos les tengo tanta confianza que les contaría hasta mis pecados, sino fuera porque al contárselos saldrían todos huyendo asustados y se caería el techo de la casa. Pero lo que les voy a contar esta noche es para su bien espiritual”.
Soñé que estaba en la orilla del mar, sobre una alta roca, desde la cual no se divisaba más piso firme que el que tenía bajo los pies.
En aquella inmensa superficie líquida se veía una multitud incontable de barcos dispuestos en orden de batalla, y cada barco tenía en su extremo una enorme y afilada punta de hierro dispuesta a destrozar todo lo que se le atravesara por delante. Los barcos estaban armados de cañones y llenos de fusiles y de diferentes armas y con muchísimas bombas incendiarias, y también con libros dañosos.
Y todos aquellos barcos se dirigían contra su barco mucho más alto tratando de destruirlo con sus puntas de hierro, o incendiarlo o de hacerle el mayo daño posible.
A este majestuoso barco que estaba provisto de todo lo que necesitaba, le hacían escolta numerosos barcos pequeños, que recibían órdenes de él, realizando maniobras necesarias para defenderse de la flota enemiga. El viento soplaba en dirección contraria a la dirección que llevaba el gran barco, y las olas encrespadas del mar favorecían a los enemigos.

Habla el bonete de Don Bosco

Nací en una sastrería de prendas eclesiásticas de Turín.  Serio y circunspecto, me tocó en suerte ser un bonete; esa especie de gorro negro que lucían los sacerdotes de antes. Mi parte superior estaba formada por tres estrías rematadas por una borla de color negro.
Aunque me acoplaba perfectamente a la cabeza de Don Bosco, me costó bastante acompasar mi vida a la de aquel cura. Yo había imaginado una existencia llana de honores y graves reverencias, tal como correspondía a la dignidad sacerdotal de mi dueño. Pero anda fue como había supuesto. Por el contrario, fui testigo de sus jornadas llenas de aventuras.
Don Bosco se levantaba al amanecer. Se dirigía a la iglesia de San Francisco de Sales. Revestido con alba y casulla, me colocaba sobre su cabeza mientras caminaba hacia el altar. Iniciada la celebración, me colocaba sobre una mesa lateral. Yo esperaba a que concluyera la misa. A partir de este momento cada jornada era una sorpresa.
Pasé días enteros sintiendo el latir preocupado de sus sienes. Sufrí lo indecible al notar su corazón acelerado cuando pedía ayuda para los chicos del Oratorio. Entonces me parecía convertirme en una corona de espinas. Como un buen padre, Don Bosco padecía cuando no hallaba pan, prendas de abrigo, libros para el estudio o materiales para los talleres repletos de aprendices. Eran días de desasosiego. Cuando por la noche me depositaba sobre su mesita de luz, yo tenía punzadas de cansancio por en mi alma de terciopelo negro.

El carisma de don Bosco es un don del Espíritu para todo el pueblo de Dios - Benedicto XVI

MENSAJE DEL
SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
A DON PASCUAL CHÁVEZ,
RECTOR MAYOR
DE LOS
SALESIANOS
DE DON BOSCO
CON MOTIVO DEL
XXVI CAPÍTULO GENERAL
DE LA SOCIEDAD DE
 SAN FRANCISCO DE SALES

1 de marzo de 2008

 

Al reverendísimo señor
Don PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA, s.d.b.
Rector mayor de los Salesianos de Don Bosco

1. Me agrada particularmente enviarle mi cordial saludo a usted y a los participantes en el XXVI capítulo general, que constituye un momento de gracia en la vida de esa congregación, presente ya en todos los continentes. En él están llamados a confrontarse la riqueza y la diversidad de las experiencias, de las culturas, de las expectativas de los salesianos, comprometidos en múltiples actividades apostólicas y deseosos de hacer cada vez más eficaz su servicio a la Iglesia.

El carisma de don Bosco es un don del Espíritu para todo el pueblo de Dios, pero sólo en la escucha dócil y en la disponibilidad a la acción divina es posible interpretarlo y hacerlo actual y fecundo también en nuestro tiempo. El Espíritu Santo, que en Pentecostés descendió con abundancia sobre la Iglesia naciente, como viento sigue soplando donde quiere; como fuego sigue derritiendo el hielo del egoísmo; y como agua, sigue regando lo que es árido. Derramando sobre los capitulares la abundancia de sus dones, llegará al corazón de los hermanos, los hará arder con su amor, los inflamará con el deseo de santidad, los impulsará a abrirse a la conversión y los fortalecerá en su audacia apostólica.

2. Los hijos de don Bosco pertenecen a la gran multitud de los discípulos que Cristo ha consagrado para sí por medio de su Espíritu con un especial acto de amor. Los ha reservado para sí; por eso, en su testimonio debe resplandecer el primado de Dios y de su iniciativa. Cuando se renuncia a todo por seguir al Señor, cuando se le da lo más querido que se tiene, afrontando cualquier sacrificio, entonces no debe sorprender que, como sucedió con el divino Maestro, la persona consagrada se convierta en "signo de contradicción", porque su modo de pensar y de vivir termina por encontrarse a menudo en contraste con la lógica del mundo.

En realidad, esto es motivo de consuelo, porque testimonia que su estilo de vida es alternativo con respecto a la cultura del tiempo y puede desempeñar en ella una función en cierto modo profética. Pero, con este fin, es necesario vigilar sobre las posibles influencias del secularismo, para defenderse y así poder proseguir con determinación por el camino emprendido, superando un "modelo liberal" de vida consagrada y viviendo una existencia totalmente centrada en el primado del amor a Dios y al prójimo.

3. El tema elegido para este capítulo general es el mismo programa de vida espiritual y apostólica de don Bosco: "Da mihi animas, cetera tolle". En él se encierra toda la personalidad del gran santo: una profunda espiritualidad, el espíritu de iniciativa creativa, el dinamismo apostólico, la laboriosidad incansable, la audacia pastoral y, sobre todo, su consagración sin reservas a Dios y a los jóvenes.

jueves, 30 de enero de 2014

Bergoglio narra la ninez y juventud del Papa Francisco impregnada de espíritu católico por los salesianos

Un inédito de Jorge Mario Bergoglio: una larga carta desde Córdoba al salesiano Cayetano Bruno, el historiador de la Iglesia en Argentina, para recordar a Enrique Pozzoli, el salesiano amigo de familia que lo había bautizado. Una primera parte de este texto fue publicada en el número del periódico vaticano del 23-24 de diciembre de 2013. Ahora se presentan otras 5 páginas en las que Bergoglio recogió algunos «recuerdos salesianos», en particular los del año 1949, cuando (con todavía 13 años) frecuentaba el Colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles en Ramos Mejía, en la gran Buenos Aires
 
 
 
                                                        Córdoba, 20 de octubre de 1990
 
Querido P. Bruno:
Pax Christi!!
Acabo de terminar la relación de mis recuerdos sobre el P. Enrique Pozzoli. Ahora quiero completar mi promesa de escribirle algunos recuerdos de mi contacto con los Salesianos, tal como habíamos quedado. Y comienzo con una anécdota un tanto volteriana. En 1976 mudamos la Curia Provincial a San Miguel. Comenzaban a llegar vocaciones nuevas y parecía conveniente que el Provincial estuviera cerca de la Casa de Formación. Se volvió a reestructurar el programa de estudios: 2 años de juniorado (que habían desaparecido), la filosofía separada de la teología volvió a imponerse supliendo el “menjunje” de filosofía y teología que se había llamado “curriculum” en el que se comenzaba estudiando Hegel (sic!). Estando en San Miguel ví las barriadas sin atención pastoral; esto me inquietó y comenzamos a atender a los niños: los sábados a la tarde enseñábamos catecismo, luego jugaban, etc... Caí en la cuenta de que los Profesos teníamos voto de enseñar la doctrina a niños y rudos, y comencé yo mismo a hacerlo junto a los estudiantes. La cosa fue creciendo: se edificaron 5 Iglesias grandes, se movilizó organizadamente a los chicos de la zona... y solamente sábados por la tarde y domingos a la mañana... Entonces vino la acusación de que ése no era apostolado propio de jesuitas; que yo había salesianizado (sic!) la formación. Me acusan de ser un jesuita pro-salesiano, y quizás esto haga que mis recuerdos sean algo parciales... pero me quedo tranquilo porque mi interlocutor de este instante es un salesiano pro-jesuita, y él sabrá discernir las cosas.
 
1. No es raro que hable con cariño de los Salesianos, pues mi familia se alimentó espiritualmente de los Salesianos de San Carlos. De chico aprendí a ir a la procesión de María Auxiliadora, y también a la de San Antonio de la Calle México. Cuando estaba en casa de mi abuela iba al Oratorio de San Francisco de Sales (mi encargado allí era el actual P. Alberto Della Torre, capellán de aviación). Por supuesto que soy hincha de San Lorenzo (faltaba más) y hasta hace poco conservé una “Historia del Club San Lorenzo” escrita por el P. Mazza (según creo): se la mandé de regalo a Don Hugo Chantada, periodista católico de La Prensa, hincha furibundo de San Lorenzo. Él la tiene. Desde chico conocí a los famosos Padres confesores de San Carlos: Montaldo, Punto, Carlos Scandroglio, Pozzoli. Y desde chico tenía en las manos la “Instrucción Religiosa” del P. Morat. Nos habían enseñado a pedir “la bendición de María Auxiliadora” cada vez que nos despedíamos de un Salesiano.
 
2. Pero mi experiencia más fuerte con los Salesianos fue en el año 1949, cuando cursé como interno el sexto grado en el Colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía. Era Director el P. Emilio Cantarutti; Consejero el P. Plácido Avilés; Catequista el P. Isidoro Holowaty; Prefecto el P. Isidoro Fueyo. En la Administración trabajaba el Coadjutor Sr. Fernández. De los clérigos me acuerdo del Sr. (Leonardo o Leandro) Cangiani y Rubén Veiga. Entre los Padres mayores estaban los PP. Usher, Lambruschini, Chigolani, etc... Me cuesta hacer una descripción parcial de diversos aspectos del Colegio, simplemente porque muchas veces he reflexionado sobre ese año de vida y, poco a poco, se fue configurando la reflexión de conjunto, que es la que quisiera transmitir aquí. Soy consciente de que será algo intelectualizado quizá sin la frescura de la anécdota simple, pero –por otra parte– también sé que esta visión de conjunto es la que fui elaborando yo, y nace de mi experiencia: es objetiva a mi juicio.

Bergoglio narra los orígenes de la vocación del Papa Francisco

L'Osservatore Romano ha publicado en su edición del 24 de Diciembre de 2013 una carta firmada por el entonces jesuita Jorge Mario Bergoglio en la que el actual pontífice recuerda al salesiano Enrique Pozzoli.
La inédita misiva, mecanografiada y fechada un 20 de diciembre de 1990 en Córdoba (Argentina), es propiedad del Archivo Histórico salesiano de Buenos Aires y ha sido difundida para conmemorar la efeméride del bautizo del santo padre.
Es el vigésimo noveno aniversario de la muerte de Pozzoli y esa mañana, tras celebrar la misa por él, el padre Bergoglio se pone a escribir sin interrupción una larga carta dirigida al sacerdote salesiano Cayetano Bruno. 
En ella, el hoy papa Francisco habla de Pozzoli como "el padre espiritual" de su familia y destaca, entre otras virtudes, "su labor misionera, de confesor, de relojero y de fotógrafo" al tiempo que enumera las múltiples situaciones en las que este religioso ha estado presente en su vida.
El pontífice reconoce también que "si en mi familia se vive hoy seriamente como cristianos es gracias a él. Hay vocaciones: mi primo Julio Picchi, mi sobrino José Luis, jesuita, y mi sobrina María Inés, hermana del Sagrado Corazón. Hay inquietud vocacional".
"Dejó una herencia espiritual. Fue un obrero del Reino de Dios", concluye el santo padre.
Enrique Pozzoli bautiza al pequeño Jorge Mario durante la noche de Navidad de 1936, en la pila bautismal de la Basílica María Auxiliadora y San Carlos de Buenos Aires, donde hoy luce orgulloso un pequeño cuadro con la copia del certificado de bautismo del primer papa argentino de la historia.
Para Francisco, "el Bautismo es el documento de identidad del cristiano, su acta de nacimiento".
 
         Abajo presentamos el texto original:

miércoles, 29 de enero de 2014

El abandono de los Sagrarios acompañados (6) - Beato Manuel González García

VI. Mar adentro

Todo lo que de ese mal del abandono del Sagrario llevo dicho y escrito, nada es comparado con lo que queda por decir. Y mal conseguiría yo el fin que me propongo al escribir estos renglones, si por miedo a gastar tinta y tiempo, dejara de pintar ese mal con toda la desgarradora propiedad que sea dada a mi pobre pluma.

Quiero, pues, sumergirme en los mares del abandono del Sagrario y contaros con toda sinceridad las impresiones de ese viaje a...
 

Los adentros del abandono

Si la Eucaristía es el milagro de la permanencia perpetua de Jesucristo, el abandono de la Eucaristía es la frustración práctica de ese milagro y con ella, la de los fines misericordiosos y altísimos de su permanencia.

La Eucaristía abandonada es, en cuanto esto se puede decir de Dios: Jesucristo contrariado con la más amarga de las contrariedades, y las almas y las sociedades privadas de ríos y de mares de bienes.

No es que no existan o nos importen poco otros males que ofenden a Dios y afligen a nuestros hermanos, sino que dejamos a otras Obras o Instituciones nacidas o especializadas para eso, el remedio de estos otros males, que después de todo no son sino efectos o síntomas de aquel gravísimo y trascendental mal del abandono.

Máximas sobre la amistad - San Juan Bosco


AMISTAD

·                    La dulzura en el hablar, en el obrar y en reprender lo gana todo y a todos.

·                    Sin sonrisa no es posible demostrar amistad.

·                    Cuántas almas se pueden atraer con el buen ejemplo!

·                    El que regala un libro bueno, aunque no tuviera más mérito que haber suscitado un buen pensamiento, ya ha ganado un mérito incomparable delante de Dios.

·                    Si alguno se inclina hacia las amistades particulares, o que, aún remotamente, corra peligro en la moralidad, cámbialo prudentemente de sitio; si fuera necesario, dale otra ocupación; y si pusiera en peligro la inocencia de algún compañero o de algún alumno, destínalo a otra ocupación y da aviso oportunamente.

·                    No os fiéis de la amistad de los que hablan mal de sus superiores o que tratan de alejaros de vuestros deberes.

martes, 28 de enero de 2014

Oración para el estudio - Santo Tomás de Aquino


Oración para antes
de comenzar a estudiar
Santo Tomas de Aquino

 

Oh inefable Creador nuestro,
altísimo principio y fuente verdadera de luz y sabiduría,
dígnate infundir el rayo de tu claridad
sobre las tinieblas de mi inteligencia,
removiendo la doble oscuridad con la que nací:
la del pecado y la ignorancia!
¡Tu, que haces elocuentes las lenguas de los pequeños,
instruye la mía, e infunde en mis labios
la gracia de tu bendición!
Dame agudeza para entender,

Elementos de Cristología a partir de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino - Mons. Antonio Marino

Cristo y la omnipotencia divina.
Potencia divina,
natural y sobrenatural
e instrumental en Cristo

Conferencia de Mons. Antonio Marino
En la Sociedad Tomista Argentina
10 de septiembre de 2012 

 

DE POTENTIA ANIMAE CHRISTI
III, q.13

I. La indisoluble unidad de encarnación y redención en la doctrina tomista

Santo Tomás de Aquino dedica la cuestión 13 de la III Pars de la Suma Teológica al tema que en latín lleva por título: De potentia animae Christi. Camino obligado para la recta interpretación de un texto es procurar ubicarlo en su contexto, mostrando su articulación dentro del todo del que forma parte. En un pensamiento tan sistemático como es el de Santo Tomás, esta búsqueda de la inserción orgánica de un tema dentro del conjunto de la reflexión se propone captar su sentido con mayor profundidad.

Después de haber expuesto sobre el misterio de Dios en sí mismo y como principio y fin de todo lo que existe (I Pars) y del camino moral del hombre hacia su propia bienaventuranza, que consiste en la participación en la vida de Dios (II Pars), la Suma se cierra (III Pars) con la reflexión sobre Cristo, quien muestra en sí mismo el camino de la salvación, seguida de la reflexión sobre los sacramentos que nos la otorgan, y sobre la vida inmortal hacia la que nos lleva mediante la resurrección.

El tratado sobre Cristo, con el cual se abre la III Pars, abarca 59 cuestiones, subdivididas del siguiente modo: las cuestiones 1-26 tratan “sobre el misterio de la encarnación en sí mismo, es decir, el misterio de un Dios hecho hombre para salvarnos”; las cuestiones 27-59, nos hablan de “todo cuanto hizo y sufrió ese Dios encarnado, nuestro Salvador” (Prólogo).

Conforme a estas palabras del mismo Santo Tomás, la primera serie de cuestiones (1-26), está centrada en el misterio de la encarnación (de ipso incarnationis mysterio), mientras que la segunda serie (27-59) lo está en la obra salvadora de Cristo (de his quae per ipsum Salvatorem nostrum … sunt acta et passa).

Encarnación y salvación del hombre parecen brindar el criterio de subdivisión dentro de su tratado sobre Cristo. Sin embargo, inmediatamente añadimos que ambos aspectos están inseparablemente unidos en la mente del santo doctor, lo cual se manifiesta a lo largo del tratado, en el recorrido de las 59 cuestiones. El hecho de que hasta la cuestión 26 la mirada esté centrada en “el misterio de la encarnación en sí mismo”, no significa que quede en el olvido la dimensión soteriológica que tiene la encarnación. Viceversa, el estudio de la obra salvadora a través de los misterios de su vida, nunca queda aislado de la referencia a la encarnación, puesto que los actos humanos de Cristo resultan salvadores precisamente por tener sustento en la Persona del Hijo de Dios hecho hombre.

Esto que acabamos de decir, y que resulta de fundamental importancia para la recta interpretación del pensamiento cristológico de Santo Tomás, se pone de manifiesto desde los prólogos que preceden a ambas series de cuestiones. En cuanto al primer prólogo, volvemos sobre sus palabras:

domingo, 26 de enero de 2014

Ejercicios Espirituales S.Ignacio 4/28 - FUNDAMENTO - Las cosas - P. Alfredo Sáenz S.J.


La Palabra de los Papas sobre el Concilio Vaticano II

Selección de textos de los últimos Papas sobre el Concilio Vaticano II para facilitar una correcta hermenéutica y asimilación de los documentos conciliares
(publicado por Humanitas)
 
El Concilio en el magisterio de Juan XXIII
Gaudete Mater Ecclesia
 
Discurso de S.S. Juan XXIII en la sesión de apertura
del Concilio Vaticano II, 11.X.1962.
      Gócese hoy la Santa Madre Iglesia porque, gracias a un regalo singular de la Providencia Divina, ha alboreado ya el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente aquí, junto al sepulcro de San Pedro, bajo la protección de la Virgen Santísima cuya Maternidad Divina se celebra litúrgicamente en este mismo día.
Los Concilios Ecuménicos en la Iglesia
      La sucesión de los diversos Concilios hasta ahora celebrados ─tanto los veinte Concilios Ecuménicos como los innumerables concilios provinciales y regionales, también importantes─ proclaman claramente la vitalidad de la Iglesia católica y se destacan como hitos luminosos a lo largo de su historia.
      El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea.
      Es muy natural que, al iniciarse el Concilio universal, Nos sea grato mirar a lo pasado, como para recoger sus voces, cuyo eco alentador queremos escuchar de nuevo, unido al recuerdo y méritos de nuestros predecesores más antiguos o más recientes, los Romanos Pontífices: voces solemnes y venerables, a través del Oriente y del Occidente, desde el siglo IV al Medievo y de aquí hasta la época moderna, las cuales han transmitido el testimonio de aquellos Concilios; voces que proclaman con perenne fervor el triunfo de la institución, divina y humana: la Iglesia de Cristo, que de Él toma nombre, gracia y poder.
      Junto a los motivos de gozo espiritual, es cierto, sin embargo, que por encima de esta historia se extiende también, durante más de diecinueve siglos, una nube de tristeza y de pruebas. No sin razón el anciano Simeón dijo a María, la Madre de Jesús, aquella profecía que ha sido y sigue siendo verdadera: "Este Niño será puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel y como señal de contradicción"[1]. Y el mismo Jesús, ya adulto, fijó muy claramente las distintas actitudes del mundo frente a su persona, a lo largo de los siglos, en aquellas misteriosas palabras: "Quien a vosotros escucha a mí me escucha"[2]; y con aquellas otras, citadas por el mismo Evangelista: "Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo, desparrama"[3].
      El gran problema planteado al mundo, desde hace casi dos mil años, subsiste inmutable. Cristo, radiante siempre en el centro de la historia y de la vida; los hombres, o están con El y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin El o contra El, y deliberadamente contra su Iglesia: se tornan motivos de confusión, causando asperezas en las relaciones humanas, y persistentes peligros de guerras fratricidas.
      Los concilios Ecuménicos, siempre que se reúnen, son celebración solemne de la unión de Cristo y de su Iglesia y por ende conducen a una universal irradiación de la verdad, a la recta dirección de la vida individual, familiar y social, al robustecimiento de las energías espirituales, en incesante elevación sobre los bienes verdaderos y eternos.
      […]
      Iluminada la Iglesia por la luz de este Concilio ─tal es Nuestra firme esperanza─ crecerá en espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará intrépida a lo futuro. En efecto; con oportunas "actualizaciones" y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales.
      Así es como el Concilio se convierte en motivo de singular obligación de gran gratitud al Supremo Dador de todo bien, celebrando con jubiloso cántico la gloria de Cristo Señor, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos.
[…]
Objetivo principal del Concilio: defensa y revalorización de la verdad
      El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. Doctrina, que comprende al hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; y que, a nosotros, peregrinos sobre esta tierra, nos manda dirigirnos hacia la patria celestial. Esto demuestra cómo ha de ordenarse nuestra vida mortal de suerte que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, y así consigamos el fin establecido por Dios.
      Significa esto que todos los hombres, considerados tanto individual como socialmente, tienen el deber de tender sin tregua, durante toda su vida, a la consecución de los bienes celestiales; y el de usar, llevados por ese fin, todos los bienes terrenales, sin que su empleo sirva de perjuicio a la felicidad eterna.

sábado, 25 de enero de 2014

Domingo III tiempo durante el año (ciclo a) - San Gregorio Magno


 
   HOMILIA V
(Dirigida al pueblo en la basílica
de San Andrés Apóstol el día de su natalicio.)
LECCIÓN DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO (4,18-22)
 
En aquel tiempo, caminando un día Jesús por la ribera del mar de Galilea, vió a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dijo: seguidme a mí y yo haré que vengáis a ser pescadores de hombres. Al instante los dos, dejadas las redes, le siguieron. Pasando más adelante, vió a otros dos hermanos, Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano, remendando sus redes en la barca con Zebedeo, su padre, y los llamó. Ellos también al punto, dejadas las redes y su padre, le siguieron.
 
Acabáis de oír, hermanos carísimos, cómo, a un solo llamamiento, Pedro y Andrés, abandonando las redes, siguieron al Redentor. Por cierto que todavía no le habían visto obrar milagro alguno, nada le habían oído referente al premio de la eterna recompensa, y, sin embargo, a una sola llamada del Señor dieron al olvido lo que parecían poseer.
 
¡Cuántos milagros suyos vemos nosotros, cuántas calamidades nos afligen, con cuán terribles amenazas nos aterran, y, con todo, nos negamos a seguirle a El que nos llama! Ya está sentado en los cielos el que nos aconseja la conversión. Ya ha sometido al yugo de la Ley la cerviz de los gentiles; ya se abatió la gloria del mundo y, con la ruina progresiva de éste, anuncia que se acerca el día de su severo juicio, ¡y, no obstante, nuestro espíritu soberbio no quiere todavía dejar voluntariamente lo que cada día va perdiendo contra su voluntad! ¿Qué es, pues, hermanos carísimos, lo que habremos de decir en su juicio los que ni a pesar de los preceptos nos apartamos del amor del presente siglo ni nos enmendamos, pese a los castigos?

Domingo III Durante el año (ciclo a) - Juan Pablo II

Juan Pablo II
Homilía en la parroquia romana
de Santa Gala
el domingo 25 de enero de 1981 

El Señor es mi luz y mi salvación
 
“El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 26/27,1).
Estas palabras del Salmo responsorial son, a la vez, confesión de fe y expresión de júbilo: fe en el Señor y en lo que Él representa de luminoso para nuestra vida; júbilo por el hecho de que Él es esta luz y esta salvación, en la que podemos encontrar seguridad e impulso para nuestro camino cotidiano.
Nos podemos preguntar ¿De qué modo es el Señor nuestra luz y nuestra salvación? Cristo se convierte para nosotros en luz y salvación a partir de nuestro bautismo, en el que se nos aplican los frutos infinitos de su bendita muerte en la cruz: entonces viene a ser “para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención” (1 Cor 1,30). Precisamente para los bautizados, conscientes de su identidad de salvados, valen con plenitud las palabras de la Carta a los Efesios: “Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Ef 5,8-9).
Pero la vida cristiana no es sólo un hecho individual y privado. Tiene necesidad de desarrollarse a nivel comunitario e incluso público, puesto que la salvación del Señor “está preparada ante la faz de todos los pueblos; luz para iluminación de las gentes” (Lc 2,31-32).
El Evangelio de este domingo manifiesta cómo Cristo se ha convertido históricamente, al comienzo de su vida pública, en luz y en salvación del pueblo al que ha sido enviado. Citando al Profeta Isaías, el Evangelista Mateo nos dice que este pueblo “habita en tinieblas..., en tierra y sombras de muerte” (9,1) pero finalmente “vio una luz grande”. Después que la gloria del Señor había envuelto de luz, ya en Belén, a los pastores en la noche (cfr. Lc. 2,9), con ocasión del nacimiento de Jesús, ésta es la primera vez que el Evangelio habla de una luz que se manifiesta a todos. Efectivamente, cuando Jesús, después de haber dejado Nazaret y haber sido bautizado en el Jordán, va a Cafarnaúm para dar testimonio de su ministerio público, es como si se verificase un segundo nacimiento público, que consistía en el abandono de la vida privada y oculta, para entregarse al compromiso total de una vida gastada por todos hasta el supremo sacrificio de sí. Y Jesús, en este momento, se encuentra en un ambiente de tinieblas, que cayeron nuevamente sobre Israel con motivo del encarcelamiento de Juan Bautista, el precursor.

Domingo III Tiempo durante el año (ciclo a) - Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
ÁNGELUS
Domingo 27 de enero de 2008
 

Queridos hermanos y hermanas:

En la liturgia de hoy el evangelista san Mateo, que nos acompañará durante todo este año litúrgico, presenta el inicio de la misión pública de Cristo. Consiste esencialmente en el anuncio del reino de Dios y en la curación de los enfermos, para demostrar que este reino ya está cerca, más aún, ya ha venido a nosotros. Jesús comienza a predicar en Galilea, la región en la que creció, un territorio de "periferia" con respecto al centro de la nación judía, que es Judea, y en ella, Jerusalén. Pero el profeta Isaías había anunciado que esa tierra, asignada  a  las  tribus de Zabulón y Neftalí,  conocería  un futuro glorioso:  el pueblo que caminaba en tinieblas vería una  gran  luz (cf. Is 8, 23-9, 1), la luz de Cristo y de su Evangelio (cf. Mt 4, 12-16).

El término "evangelio", en tiempos de Jesús, lo usaban los emperadores romanos para sus proclamas. Independientemente de su contenido, se definían "buenas nuevas", es decir, anuncios de salvación, porque el emperador era considerado el señor del mundo, y sus edictos, buenos presagios. Por eso, aplicar esta palabra a la predicación de Jesús asumió un sentido fuertemente crítico, como para decir:  Dios, no el emperador, es el Señor del mundo, y el verdadero Evangelio es el de Jesucristo.

La "buena nueva" que Jesús proclama se resume en estas palabras:  "El reino de Dios —o reino de los cielos— está cerca" (Mt 4, 17; Mc 1, 15). ¿Qué significa esta expresión? Ciertamente, no indica un reino terreno, delimitado en el espacio y en el tiempo; anuncia que Dios es quien reina, que Dios es el Señor, y que su señorío está presente, es actual, se está realizando.

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