viernes, 20 de diciembre de 2013

Lo esencial de la Navidad - Mons. Tihamér Tóth

Lo esencial de la Navidad
Mons. Tihamér Tóth
En “El mensaje de navidad”
(5 Final)

No hay fiesta más hermosa y más entrañable que la Navidad. ¿A qué se debe que sea así? ¿A la alegría ingenua de los niños? ¿Al bonito árbol de Navidad? ¿A la cena en familia? ¿A los estupendos regalos? No. Todo ello es algo accesorio en la fiesta; no es lo esencial. Lo que más importancia es el contenido del mensaje angélico que nos traen los ángeles: «Vengo a daros una gran noticia, que será de grandísimo gozo para todo el pueblo: Hoy os ha nacido... el Salvador, que es Cristo» (Lc 2, 10-111).

Lo esencial de la Navidad es el gozo que expresan estas pocas palabras: el Hijo de Dios se ha hecho hombre para salvarnos. Basta con que no le pongamos obstáculos a la gracia, para que Cristo nos cure y habite en nuestras almas.

Sí; Cristo llevó a término la gran obra de nuestra Redención. Pero nosotros debemos colaborar con Él. Hemos de prepararnos para recibirle.

«Hemos de colaborar con la gracia», es decir, hemos de seguir las inspiraciones de la gracia sin poner condiciones. Porque Cristo precisa de nuestra colaboración para poder redimirnos.

Todos estamos invitados al portal de Belén para adorar al Niño-Dios, incluso los que se sientan más pecadores y miserables.

La Navidad no son los regalos, ni unos días fiesta, sino la Redención que nos trae Jesucristo.

Muchas veces tropezaré en la vida, y hasta tendré caídas..., pero no importa, me levantaré de nuevo gracias a la Redención de Cristo que obra en mí.

He sido redimido, tengo que empezar a vivir según Cristo. Cristo debe ser el Rey de mi vida. Mi vida debe ser un reflejo de la de Cristo. «Para mí la vida es Cristo» (Filp 1, 21).

El mundo estaba perdido, y Cristo Redentor quiso nacer en un pesebre para salvarlo.

Abramos nuestros corazones para recibir a Cristo, y así poder celebrar, como es debido, la sagrada fiesta de la Navidad.

Ven, ¡Niño Jesús! Mira que mi alma está hecha un pesebre para recibirte, llena de paja y estiércol. Mi alma está hambrienta de Ti. Ven a morar a mi alma. «No soy digno de que vengas a mi morada...», pero para eso has venido, para salvar lo que estaba perdido.

Ven, Señor Jesús.

 

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