domingo, 22 de diciembre de 2013

IV Domingo de Adviento (ciclo A) Juan Pablo II

JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 23 de diciembre de 2001 

Amadísimos hermanos y hermanas: 1. Celebramos hoy el cuarto domingo de Adviento, mientras se intensifican los preparativos para la fiesta de Navidad. La palabra de Dios, en la liturgia, nos ayuda a centrar nuestra atención en el significado de este acontecimiento salvífico fundamental que es, al mismo tiempo, histórico y sobrenatural.

"Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros" (Is 7, 14). Esta profecía de Isaías reviste una importancia capital en la economía de la salvación. Asegura que "Dios mismo" dará un descendiente al rey David como "signo" de su fidelidad. Esta promesa se cumplió con el nacimiento de Jesús de la Virgen María.

2. Por tanto, para captar el significado y el don de gracia de la Navidad, ya inminente, debemos aprender en la escuela de la Virgen y de su esposo san José, a quienes en el belén contemplaremos en adoración extasiada del Mesías recién nacido.

En la página evangélica de hoy san Mateo pone de relieve el papel de san José, al que califica como hombre "justo" (Mt 1, 19), subrayando así que estaba totalmente dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Precisamente por esta justicia interior, que en definitiva coincide con el amor, José no quiere denunciar a María, aunque se ha dado cuenta de su embarazo incipiente. Piensa "repudiarla en secreto" (Mt 1, 19), pero el ángel del Señor lo invita a no tener reparo y a llevarla consigo.

Resalta aquí otro aspecto esencial de la personalidad de san José: es hombre abierto a la escucha de Dios en la oración. Por el ángel sabe que "la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo" (Mt 1, 20), según la antigua profecía: "Mirad: la virgen concebirá...", y está dispuesto a aceptar los designios de Dios, que superan los límites humanos.

3. En síntesis, se puede definir a José un auténtico hombre de fe, como su esposa María. La fe conjuga justicia y oración, y esta es la actitud más adecuada para encontrar al Emmanuel, al "Dios con nosotros". En efecto, creer significa vivir en la historia abiertos a la iniciativa de Dios, a la fuerza creadora de su Palabra, que en Cristo se hizo carne, uniéndose para siempre a nuestra humanidad. Que la Virgen María y san José nos ayuden a celebrar así, de modo fructuoso, el nacimiento del Redentor.

 

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