jueves, 5 de julio de 2012

Domingo XIV (ciclo b) Catena Aurea

Marcos 6,1-6ª

Partido de aquí, se fue a su patria; y le seguían sus discípulos. Llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos de los oyentes, admirados de su sabiduría, decían: "¿De dónde saca Este todas estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Y de dónde tantas maravillas como obra? ¿No es Este aquel artesano hijo de María, hermano de Santiago, y de José, y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no moran aquí entre nosotros?" Y estaban escandalizados de El. Mas Jesús les decía: "Cierto que ningún Profeta está sin honor, sino en su patria, en su casa y en su parentela". Por lo cual no podía obrar allí milagro alguno. Curó solamente algunos pocos enfermos, imponiéndoles las manos; y admirábase de la incredulidad de aquellas gentes.

Teofilacto
Después de los milagros citados, vuelve el Señor a su patria -no ignorando que le despreciarían- con el objeto de que no pudieran decir luego: Si hubieses venido, hubiéramos creído en ti. Así dice: "Partido de aquí, se fue a su patria", etc.

Beda, in Marcum, 2,23
Su patria era Nazaret, en donde había nacido. Pero ¡cuánta no sería la ceguedad de los nazarenos, que menosprecian, por sólo la noticia de su nacimiento, al que debían reconocer por Cristo en sus palabras y hechos! "Llegado el sábado -continúa- comenzó a enseñar", etc. En su doctrina se encierra su sabiduría, y su poder en las curas y milagros que hacía.
"¿No es Este aquel artesano hijo de María?"

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,24
San Mateo dice que le llamaban el hijo del carpintero, y no es de extrañar, habiendo podido llamarle de ambos modos; pues le creían carpintero, por ser hijo de carpintero.

Pseudo - Jerónimo
Llámase, en efecto, a Jesús hijo del carpintero, pero del Carpintero que fabricó la aurora y el sol; esto es, la primera y la segunda Iglesia, en figura de las cuales fueron curadas la mujer y la muchacha.

Beda, in Marcum, 2, 23
Pues aunque las cosas humanas no deban compararse a las divinas, queda íntegra, sin embargo, esta figura, porque el Padre de Cristo trabaja por el fuego y por el Espíritu.
Y continúa: "Hermano de Santiago, y de José, y de Judas y de Simón; y sus hermanas, ¿no moran aquí entre nosotros?". Ellos atestiguan así que los hermanos de Jesús están allí con El; pero no viendo en ellos, como los herejes, a otros hijos de José y de María, sino a parientes sólo de El, a los cuales, según costumbre de la Escritura, se llama hermanos, como a Abraham y Lot ( Gén 13), siendo Lot hijo del hermano de Abraham. "Y estaban escandalizados de El". El escándalo y el error de los judíos es nuestra salvación y la condenación de los herejes. Despreciaban, pues, al Señor hasta el punto de llamarle carpintero e hijo del carpintero. "Mas Jesús les decía -prosigue-: Cierto que ningún Profeta está sin honor", etc. Que haya sido llamado Profeta el Señor en la Escritura, lo confirma el mismo Moisés, quien prediciendo su futura Encarnación a los hijos de Israel, dijo: "Tu Señor Dios te suscitará un profeta de entre tus hermanos" ( Dt 18,15). No solamente El, que es el Señor de los Profetas, sino también Elías, Jeremías y los demás profetas, han sido menos considerados en su patria que en los pueblos extranjeros; porque es casi natural la envidia entre los compatriotas, no considerando los hechos de un hombre, y recordando la fragilidad de su infancia.

Pseudo - Jerónimo
Muchas veces también acompaña el menosprecio al nacimiento, como lo prueban estas palabras: "¿Quién es este hijo de Isaías?" ( 1Re 25,10), porque el Señor elige lo humilde y aleja lo que es elevado ( Sal 137,10).

Teofilacto
O que el Profeta tenga parientes ilustres, que son objeto del odio de sus compatriotas, y por tanto desprecian al profeta. "Y no podía hacer allí ningún milagro", etc. Las palabras no podía, deben traducirse por no quería; y no quería, no porque no pudiera, sino porque ellos eran incrédulos. Por tanto, no hace milagros allí por compasión hacia ellos, a fin de que no se hicieran dignos de mayor pena no creyendo los milagros que viesen. O de otro modo: en los milagros es necesario el poder del que los hace y la fe de los que son objeto de ellos, lo cual faltaba allí; por lo que no aceptó el Señor el hacer allí milagros.
"Y admirábase -prosigue- de la incredulidad de aquellas gentes".

Beda, in Marcum, 2, 23
No se asombraba como de una cosa no esperada e imprevista, puesto que conoce todas las cosas aun antes de ser hechas; pero conociendo hasta lo más secreto de los corazones, manifiesta delante de los hombres que se asombra de lo que quiere que se asombren los hombres. Y es bien de asombrar por cierto la ceguedad de los judíos, que ni quisieron creer lo que sus profetas les decían de Cristo, ni tampoco en El que nació entre ellos. En sentido místico, Jesús, despreciado en su casa y en su patria, es Jesús despreciado en el pueblo judío. Hizo allí algunos milagros, para que no pudieran excusarse del todo; pero hace todos los días mayores milagros en medio de las naciones, no tanto por la salud de los cuerpos, sino por la del espíritu de los hombres.


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